lunes, 5 de septiembre de 2011

NO QUEDA SINO BATIRNOS


No queda sino batirnos.

Canción: “No queda sino batirnos”


Disco: La Ciudad de los Árboles

Grupo: Mägo de Oz

 


¿Quién iba a decir que en esta vida estaríamos confinados a enfrentar nuestros temores más grandes? A Saori, es decir, a nuestra diosa Atenea la tenemos que proteger con todo nuestro cosmos de los enemigos más acérrimos. Pero no es suficiente con el cosmos para vencerlos. No. Se necesita la voluntad, que mueve hasta al más débil de los seres humanos para crear un mundo pacífico y armonioso...


Cuando era muy pequeño y el Gran Patriarca del Santuario me trajo por primera vez, ví a diversos niños pelear entre ellos en una especie de coliseo. En cuanto notaron que los observábamos, se detuvieron y nos saludaron respetuosamente. Noté que no era igual a ellos. Al menos no poseían las marcas en la frente que yo tenía como buen lemuriano. El Maestro hizo una reverencia y siguió caminando. Lo seguí con pasos presurosos, tratando de poner atención a lo que me decía:

Hay miedos que se acurrucan


Entre uno y otro escalón

De la escalera que sube

De tus sueños hacia el Sol...



Me detuve a meditar con calma las palabras de mi Maestro. Me llevé una mano al mentón y cerré los ojos. Era una lección importante y tenía que entenderla correctamente. Sentí caer su tierna mirada en mí y me dijo:

-Todo eso son los obstáculos por los que el hombre debe pasar para levantarse y superar su propia fuerza... -Abrí mis ojos perplejo para después clamarle:

-¡Eso es prácticamente imposible, maestro!...

 ¡Cuantas cosas tenía que aprender! Se agachó a mi altura, quitó la careta de su rostro y, por primera vez, ví su expresión de alegría y ese rostro tan limpio. Entonces entendí profundamente el mensaje. Esos niños que peleaban sin cesar al cansancio eran las voces a las que debía escuchar, porque más adelante, serían mis compañeros de batalla. ¡Qué sabias palabras eran las del Maestro! Le correspondí la sonrisa y tomé su mano jalándola después hacia al frente y apresurarlo para entrenar con él. Pero ese día era para descansar del largo viaje y al siguiente comenzar con el entrenamiento...

 


Y te acechan y no dejan


Que tú elijas tu lugar

No queda sino batirnos

No queda sino luchar...



Eran las palabras del Patriarca que me recordaba al entrenarme. La verdad, nunca imaginé las lágrimas y el sudor con el que me costaría llegar hasta arriba de la orden. Mil sentadillas, quinientas lagartijas, mil patadas al frente y mil golpes con puño eran solo el calentamiento para fortalecer mi cuerpo. Pero no fue sólo eso, también la concentración para controlar mi psicoquinesis y tele transportación fue difícil; además de las lecciones de alquimia para reparar cualquier armadura, pues todo miembro originario de Lemuria tenía que aprender el arte de la transmutación. Por fortuna y gracias a mi esfuerzo, el Patriarca me otorgó la armadura de Aries. Mientras me la colocaba iba aconsejándome:


Hay dudas que nos mutilan

Hay deudas del corazón

Hay días que nos estorban

Hay dioses que van de “dios”




Al final, se detuvo frente a mí y me observó. La armadura todavía me quedaba grande. Al parecer, adivinó mi pensamiento, porque sonrió y me susurró:

-Algún día crecerás y la portarás con el honor que se merece...

-¿Y cuándo será ese día, maestro?

-Cuando se aproxime la Guerra Santa... Mu, no tardará mucho en el que tendré que luchar otra vez, liderando a los santos atenienses y tu luchando para proteger a nuestra gentil diosa...

-Maestro, no sé que decirle... me gustaría que ese día no llegase y que podamos vivir en un mundo de paz...

-También a mí, pero últimamente he visto en Star Hill a Marte encima de nosotros... Y, bueno, aparte ha descendido a la Tierra la bebé Atenea... son muchas coincidencias para ignorar que el mundo está en peligro de caer en las garras del mal...



Pero hay voces que no callan

Si la sabes escuchar


Son los gritos de tu gente

Que te animan a luchar...



Cavilando su opinión, caí en cuenta de que el maestro Shion tenía razón, pero el futuro se acercó más rápido de lo que esperaba. Una noche, cuando el Patriarca se encontraba mirando las estrellas en Star Hill, sentí un cosmos tan siniestro que me heló la sangre. Otro instante más y nunca más percibí el cosmos del hermano de mi maestro que inundaba paz al Santuario. Asustado, me levanté de la cama y por inercia, salí al frío aire de la noche a buscarlo. Corría por las antiguas ruinas tratando de llegar a tiempo. Cuando llegué a las faldas de la gran montaña, había una silueta que la luna alumbraba tenuemente. Lo reconocí como Arles, el mismo hermano del Patriarca, pero su voz era fría y distante:

-Vuelve a la cama, ¡Ya!

Corrí hacia la casa del Carnero totalmente aterrado. Nunca me había gritado así, ¿Qué estaba pasando? No lo sabía con certeza, de hecho, no sabía lo que había pasado con él. Al llegar al templo de Aries, pude sentir mi corazón latir fuertemente, tanto que iba a estallar. Tomé mis ropas de entrenamiento y las hice un ovillo que después, oculté bajo mi cama. Me acosté acurrucándome hasta quedarme profundamente dormido.



Y verás que en la vida hay que sufrir

Y verás que en la vida hay que luchar

Y al final, si eres fuerte, ganarás

No queda sino batirnos

No queda sino luchar...



Al día siguiente, subí a la Cámara del Patriarca a averiguar lo que había pasado. Subí las Casas de Tauro, Géminis; Cáncer, con Death Mask; Leo con Aioria; Virgo; Libra; Escorpio con Milo; Sagitario con Aioros, Capricornio; Acuario y Piscis con Aphrodite. Me anuncié ante el guardia e inmediatamente dejaron que pasara. Era una de los privilegios que tenía con el Gran Patriarca pero no se encontraba ahí, sino que lo suplía Arles. Al estar frente a él, me arrodillé y preguntó:

-¿A qué se debe esta visita, mi estimado Mu?

-Su Eminencia, me gustaría ver su rostro... –fue mi firme petición. Entre él y yo no había secretos o... eso se suponía...

-No puedo concederte eso, Mu. Como ayudante general del Patriarca no puedo dejar que vean mi rostro, es mortal...

-Maestro Arles, toda mi vida he crecido bajo su tutela y nunca me ha negado el mostrar su cara, ¿Por qué ahora sí?

-Mu, no quiero molestarme contigo... regresa a tu templo...

-Sí, Maestro Arles... –me levanté dirigiéndome a la salida, pero una duda me asaltó e hizo detenerme –una pregunta, Maestro, ¿Por qué Saga no está en su casa?

-Shion lo ha mandado a una misión a Cabo Sunión... –respondió gélidamente. Me reverencié otra vez y murmuré:

-Gracias...

Ten cerca siempre a un amigo

Y al enemigo a tu par

Para aprender como piensa

Y cuando actúe reaccionar...



Bajé las escaleras de regreso a mi Casa dispuesto a custodiarla, cuando de pronto, sentí el cosmos de mi Maestro desvanecerse. Corrí escaleras arriba, dispuesto a saber lo que ocurría. Atravesé el pasillo que conducía a los aposentos del Patriarca y descubrí al maestro Shion muerto, como si estuviera dormido. Parecía haber sufrido un ataque mortal que le costó la vida. Me volví a buscar ayuda y casi tropiezo con la túnica de Arles. Lo abracé mientras le decía llorando:

-El Maestro... mi maestro está  muerto... hay que avisar que hubo un atentado en contra de él...

-Déjame ver... –me alejó de él y tocó su yugular. Después, se volvió y me miró lastimeramente... o eso era lo que pensaba...

-Murió de un paro cardiaco... su corazón ya no resistió más....

-¡No...! –grité desesperado por volver a ver la sonrisa de mi Maestro. No era posible, ¡Por todos los dioses! No lo podía creer. Pensé que todo se había acabado, pero apenas comenzaba la guerra...



Las traiciones que bien matan

Son las hechas con amor

Y no hay estocada más grave

Que el acero de una voz...



Un año después de la muerte del Maestro, la alarma fue tocada más fuerte que nunca. La razón era simple: Traición, pero, ¿De quién? Lo único que se sabía era que buscaban desesperadamente a Aioros y a Aioria. Mientras pensaba en esto, un guardia llegó hasta mi casa y preguntó:

-Señor Mu de Aries, ¿No ha visto a Aioros de Sagitario pasar por aquí?

-¿Por qué se le busca? –pregunté sintiendo mis temores engrandecerse.

-Trató de asesinar a la Diosa Atenea mientras ésta dormía. El patriarca lo descubrió a tiempo, pero él escapó...

-¡Eso es terrible! Aioros... él no pudo haber hecho eso... no... –balbuceé sin poder creer lo que decían de él.

-Por eso lo buscamos, porque debe pagar con su vida lo que trató de hacer... –me explicaba el guardia.

-Desde tiempos inmemoriales, ningún enemigo ha pasado por esta casa y, como puede darse cuenta, Aioros no ha pasado por aquí...

-Gracias, señor... –se despidió alejándose del lugar.



Y verás que en la vida hay que sufrir

Y verás que en la vida hay que luchar

Y al final, si eres fuerte, ganarás

No queda sino batirnos

No queda sino luchar...



Durante tres años soporté la corrupción del Patriarca, aún con la ausencia del magnánimo cosmos de la diosa Atenea. Dejó de existir en el santuario el mismo día que se le consideró a Aioros un traidor. Así que decidí irme lo más pronto posible de aquel lugar con olor a muerte y desolación. Quería consultar al Antiguo Maestro sobre lo que estaba pasando, así como la muerte de mi Maestro Shion. Sabía que era amigo suyo y que tenía bastante tiempo de conocerlo.



Y el sudor de tu frente saciará

Tu sed de tener sueños y vivir

Y la vida será tu mayor rival

No queda sino batirnos

No queda sino luchar...



Agarré mi armadura y demás pertenencias para salir de la primera casa de Aries. Tomé camino hacia el oriente una vez que hube salido del santuario y me tele transporté hasta la cascada de Rozan. Como supuse, en un peñasco, se encontraba el Antiguo Maestro mirando al horizonte el atardecer. Por un segundo miró a su alrededor y preguntó:

-¿A qué se debe tu visita, muchacho?

-Antiguo Maestro, -me arrodillé –vengo del Santuario de las Doce Casas a pedirle un sabio consejo...

-Uhm... dime joven amigo, ¿Te ha enviado el Gran Patriarca del Santuario? –me cuestionó. Yo le contesté alzando un poco la voz:

-No vengo en nombre del Santuario de las Doce casas, si a eso se refiere. Vine a pedirle consejo antes de tomar mi propia decisión...

-Bueno, explícame, muchacho...

-Hace cuatro años sentí la ausencia del cosmos de Arles, el hermano de mi maestro y lo remplazó otro bastante siniestro; pasaron unos meses y el Maestro Shion murió repentinamente, quedando en el trono su hermano; un año después, Aioros fue muerto por el Patriarca por querer matar a nuestra diosa y, casualmente un enorme cosmos desapareció del Santuario... ¿No le parece extraño todo esto, Antiguo Maestro?

-Ciertamente, joven aprendiz, ahora mi duda es, ¿Acaso huiste de la ley de Atenea y del Santuario?

-Sí, pero comprenda mi situación, algo raro está pasando en ese lugar. Dígame que hacer, Antiguo Maestro...

-Si Shion era el santo de Aries, tú debes ser su discípulo. Deduciendo esto, puedo asegurar que fuiste entrenado en Jamir... –asentí y continuó –entonces, como líder de los santos de oro, te ordeno seguir el entrenamiento allá y buscarte un discípulo adecuado para que, en un futuro, reciba la armadura de Aries... Como has dicho que Atenea no se encuentra en el santuario, esperaremos a que aparezca y ese será el momento de protegerla...

-Su voluntad son mis órdenes a seguir, Antiguo Maestro –me levanté revenciándome y partí rumbo a Jamir en busca de un pupilo...



Y verás que en la vida hay que sufrir

Y verás que en la vida hay que luchar

Y al final, si eres fuerte, ganarás

No queda sino batirnos

No queda sino luchar...



Tuvieron que pasar dos años para poder un alumno al cual enseñar las técnicas y habilidades dignas de la Casa del Carnero. Su nombre, Kiki y también pertenecía a la misma raza que yo. Tenía, en ese entonces, unos seis años, aunque su habilidad mental era algo precaria, pero, poco a poco, desarrolló las artes de un alquimista de su edad. Me ayudaba a reparar una que otra armadura y cuando me iba hacia Rozan, lo dejaba cuidando nuestra morada. Esta táctica la desarrollé para que fuera más independiente y fuerte, pero no me alejaba mucho, sobre todo porque el Santuario me buscaba para convencerme de que me uniera a su dictadura. Fuere cual fuere la situación, si no se encontraba la Diosa Atenea con los santos de bronce provenientes del oriente, no me movería de Jamir. Eran las órdenes del Antiguo Maestro y parecían estar en lo correcto.



Y el sudor de tu frente saciará

Tu sed de tener sueños y vivir

Y la vida será tu mayor rival

No queda sino batirnos

No queda sino luchar...



Transcurrieron otros dos años para estar más alerta de la batalla que enfrentaría Atenea para recuperar el trono. La primera señal fue la reparación de las armaduras de Pegaso y Dragón, así como un cosmos particular. Más adelante, los santos de plata fueron vencidos por los de menor rango y fueron la principal amenaza del Santuario. Supongo que el Patriarca estaba desesperado y mandó a Milo de Escorpio, Aioria de Leo, Aphrodite de Piscis y Death Mask de Cáncer para aniquilar a los rebeldes, pero no salió como esperaban. Finalmente, el Antiguo Maestro y yo revelamos nuestras intenciones y me dirigí a mi Templo para custodiarlo. Ahí, me encontré con viejo camaradas y un inconveniente: Saori Kido fue herida por un flecha y los santos tuvieron que vencer uno a uno los santos más poderosos de las Doce Casas. Durante la batalla, los santos de oro restantes nos dimos cuenta de que Saga de Géminis había asesinado a Arles y al Patriarca. La victoria estaba del lado de Seiya y sus hermanos y ello les permitió salvar a su diosa y exorcizar el alma de Saga, el hombre que se hizo pasar por Arles.



Saori se dio cuenta de esto y subió escaleras arriba. En cuanto llegó Atenea a la estatua de ella, se encontró con Saga ya moribundo y, después de perdonarlo, Saga se quitó la vida por castigo a su traición. La joven se sentía consternada y tuve que explicarle:

-Saga siempre tuvo un conflicto entre dos mentes. Al igual que el corazón de las personas, que puede ser bueno y malo a la vez...siempre que uno tome la decisión correcta... así era la mente de Saga... como el corazón humano. Pero Saga sabía que la maldad y la justicia luchaban por su cuerpo... incluso cuando la maldad triunfó en la batalla, el fondo de su corazón era bondadoso como el de un dios. Sabía que si continuaba con vida, la lucha seguiría. La justicia contra la maldad...

Me acerqué hacia ella y le susurré:



Hay miedos que se acurrucan

Si les cobija tu voz...




FIN

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