lunes, 5 de septiembre de 2011

EL VIOLÍN DEL DIABLO

El Violín del Diablo.

INTRODUCCIÓN:
“… Cuenta así la leyenda que, en una noche de 1713 un profesional del violín, Giuseppe Tartini, obsesionado con la composición perfecta, tuvo un sueño con el Diablo. En él, el diablo se le aparecía con un atuendo hermoso y perfecto, proponiéndole un pacto. Le otorgaría un violín con el cual tocaría la melodía perfecta, pero a cambio, Giuseppe le ofrecería su alma. Giuseppe, ansioso y cegado por su ambición aceptó el pacto sin pensárselo dos veces. Entonces el diablo empezó a tocar una melodía fascinante. ¡Gloriosa! Con tal destreza y facilidad, que dejó al músico impresionado al oír una composición tan perfecta y hermosa de tal ser tan horrendo y malicioso según decían, porque él, lo que veía, era un hombre de una belleza deslumbrante que disfrutaba tocando el violín, del cual salía una melodía plácida y pacífica. Si así era el demonio, ¿Cómo serían los ángeles? Parecía más bien un ángel…

Al día siguiente, al despertar, recordó perfectamente tal melodía y empezó a escribirla con tal habilidad que no daba crédito a lo que experimentaba. Cuando terminó de completar la sonata, se dio cuenta de que había un nuevo objeto en su habitación. Se trataba de un violín precioso, violín color caoba que destellaba. Era como si el violín le hipnotizara, tenía algo que le hechizaba, algo mágico. Entonces cogió el violín y se dispuso a tocar, y tocó una y otra vez la sonata hasta que llegó la noche. Pero algo pasaba, no salía como él deseaba, como la había oído tocar. No paró de tocar en todo el día, olvidándose así de sus obligaciones. Pero no era igual, no transmitía la belleza y bondad que transmitió el Diablo tocándola. Al final Giuseppe enloqueció y se suicidó al verse imposibilitado de repetir la sonata…

El violín que le dio el Diablo fue heredado por los familiares de Giuseppe, y pasó de mano en mano. Aún sigue existiendo y circulando por algún lugar de este mundo. Incluso hay quien dice que si el violín cae en manos de un joven músico, el Diablo se presentará ante él para ofrecerle el mismo pacto que a Tartini. Giuseppe tituló esta sonata –El Trino del Diablo-y hoy en día somos muy pocos los músicos que nos atrevemos a tocarla…”
El Violín del Diablo, capítulo VIII, Mägo de Oz.


La historia que a continuación se presenta no es la clásica temática de un mundo rosa. No. Así como el ser humano, una historia tiene matices interminables que nunca alcanzaremos a comprender: amor, odio, tristeza, felicidad… y en cada uno de ellos hay pasión. La pasión mueve al mundo y no puede haber un solo ser humano que no lo haya inspirado para crear algo… En esta ocasión, permítanme, lectores, introducirlos en el amplio arte de la música; esa misma que incitar al ser a soñar con un mundo fuera de sus posibilidades, incluso más oscuro del esperado por la mente…

Angello Andreotti, a sus 20 años, era uno de los músicos más destacados dentro del Conservatorio de Sicilia en Italia. Siempre tocaba en clases magistrales para sus alumnos que apenas lograban entender la pasión desbordante hacia la música. Sus colegas maestros opinaban que sería capaz de dar un concierto en el mismo Teatro Di La Scala Di Milano, pero él estaba convencido que eso era sólo un escalón que debía subir para reconocerse como uno de los músicos más famosos del mundo…

En cuanto a su carácter, diría que tenía un gran carisma para enseñar, tanto que sus clases duraban más del tiempo disponible. Sus grandes ojos azules se fijaban en los de los demás al hablar y reflejan tranquilidad. Muchos decían que era casi anormal su comportamiento, pero no lo sabían con certeza. El trato con sus colegas no era muy diferente, a pesar que su discreción era envidiable. Trataba de manejar con destreza su personalidad alegre y amable, pues la conocía bien…

Una tarde, volviendo del Conservatorio y en una de esas tardes calurosas, donde lo más que se desea es estar bajo  la sombra de un árbol, decidió comprar cuerdas para el mejor amigo que lo acompañaba en sus éxitos y fracasos, su violín. Había escogido el color negro cuando fue diseñado y construido especialmente para él por un laudero. Al entrar a la tienda de instrumentos musicales –frecuentada desde los tiempos de sus estudios –,  pidió sus cuerdas al conocido encargado de tantos años.
--Necesito un par de cuerdas para mi violín, por favor, Giaccomo…
--¡Por supuesto, Signore Angello! –respondió Giaccomo, hombre regordete y simpático, que se dirigió a la bodega para conseguir lo que había solicitado, sin dejar de sonreír. La visita del joven músico le alegraba la tarde, ya que aprendía más de sus instrumentos y la música para recomendar a los principiantes.

Al fijar la vista en el mostrador, pudo notar que en el fondo se encontraban diversas partituras antiguas. “Seguramente, sacó su colección de obras maestras”. Pensaba en silencio al leer los títulos de las piezas y sus compositores hasta que una de ellas llamó poderosamente su atención. No le podía quitar la vista de encima. Algo que, seguramente, no era de este mundo… Como un sueño del que parecía no despertar… Algo que me llamaba de lejos y no sabía qué hacer…

--¿Podría verla? –preguntó a Giaccomo, quien regresaba de la bodega con las cuerdas requeridas. Éste asintió gustoso y abrió el compartimento para entregarle con cuidado la partitura.
--¿Es para otro de sus conciertos, Signore? –quiso saber el encargado. Pero Angello negó con la cabeza observando cada nota de la obra. Sus páginas amarillentas dejaban ver que había sido escrita con tinta antigua y que apenas si se lograban distinguir. Lo miraba como si descubriera algo importante. – ¿Signore? –insistió el hombre. Observaba su rostro de fascinación y cuando le pasó la mano por los ojos, haciéndolo reaccionar, Angello despertó del sueño en el que se hallaba por unos segundos. Atónito. Sólo le restaba hacer algo:
--Eh, sí, estoy bien… ¿Cuánto cuesta? –preguntó todavía sosteniendo el folleto. Giaccomo se llevó una mano a la nuca y sonrió nervioso. “Mala señal”. Pensaba el italiano. Conocía a la perfección todas las reacciones del vendedor. Estaba apenado. No, era algo más, pero no lograba distinguirlo con claridad…
--¿En serio quiere llevárselo, Signore?
--Por supuesto, Giaccomo. De no ser ese caso, no te habría preguntado el precio. –dudaba mucho. Giaccomo no quería deshacerse de esa obra. Tragó saliva antes de explicar:
--Pues verá… esta partitura es genuina. Pertenece a la maldición de Tartini que…
--… le intercambió el Diablo por su alma, lo sé. –completó aburrido. Su colega se lo contaba casi a diario y ya se estaba hartando de esa situación. Comenzaba a acabársele la paciencia. –Soy maestro del Conservatorio, por eso lo sé, pero sospecho que no quieres vendérmela… -por primera vez en su vida, la mirada se tornó salvaje por tratar de despojarle de su capricho. Pero no quería comportarse como un niño de siete años, así que  lo desapareció al sonreírle a Giaccomo. El regordete vendedor enrojeció y desvió la mirada convenciéndole de lo contrario:
--¡Claro que sí, Signore! ¡Quiero que sea uno de nuestros representantes de música a nivel mundial!
--Entonces, dime el precio. –insistió Angello. Con el rubor todavía en las mejillas, Giaccomo le susurró:
--Son 3000 Euros…
--Es muy poco por lo que vende. –sentenció y sacó del portafolios una chequera. La empezó a rellenar con su negra pluma fuente y dejó el cheque en el mostrador. –Te daré 10,000 por ella… no mal vendas tu colección, Giaccomo…
--No lo haré, Signore. –Angello guardó la partitura y avanzó hasta salir de la tienda. Caminó para dirigirse a casa y practicar con el violín la pieza tan controversial. Si estaba maldita, era casi obligatorio desafiar su naturaleza. Pensando en eso estaba, cuando oyó que alguien gritaba en la calle. Era Giaccomo alzando su mano para llamar la atención del concertista. No se acercó y de lejos, Angello hizo un ademán con la cabeza para escuchar lo que tenía que decir el regordete amigo:
--Signore, se le han olvidado sus cuerdas para su violín…
--No las quiero… más adelante las compraré… Grazie… -respondió alejándose más del local y olvidando por completo lo encargado.

Suena el son de una canción
Sueño sin temer
Algo nuevo alrededor me inunda en su placer, ¡Oh!
Y me rompe en dos…

Junto al  trípode y sosteniendo el violín con una mano, leía con detenimiento la partitura que había comprado anteriormente. La estudiaba e intentaba ejecutarla en su mente sin conseguir el resultado esperado. Analizaba la obra maravillándose cada vez más con ella. Acordes perfectos, armonía equilibrada, sonido barroco, ¿Era acaso que la leyenda era cierta? ¿La habría compuesto el Diablo a Tartini para entregarle su alma? Había tantas dudas que le desconcentraban y tenía que volver a empezar otra vez a hilvanar la melodía…

Al colocar el violín en mi hombro y deslizar suavemente el arco por las cuerdas, se produjo la primera nota. Sonaba limpia pero le faltaba algo.

--Seguramente es práctica. –se dijo. Sonrió. Siempre pasaba cuando se aprendía una nueva pieza. Los dedos se aligeraban conforme practicaba más y más hasta dominarla por completo. Era cuestión de disciplina. Nada más.

Volvió a tocar otra de las notas y antes de correr una vez más el arco, se oyó el timbre musical de la puerta. Depositó el violín en el escritorio y salió del estudio a abrir. ¿Quién podría ser aquél sujeto que había interrumpido sus prácticas? Toda duda se disipó al ver en el dintel a su colega especialista en guitarra flamenca con su inseparable instrumento en el hombro. Su cabello se aclaraba por los intensos rayos del Sol y sus ojos moros estaban cubiertos por las gafas oscuras que solía llevar siempre, a pesar de estar adentro.

--Hola, Angello. –saludó el intruso. Sonrió el italiano y lo invitó a pasar. Una vez que el guitarrista estuvo sentado en la sala con una taza de café enfrente, le informó con alegría desbordante, típica de él:
--Bueno, te he visitado para decirte que, en el nombre del Conservatorio de Sicilia, irás a dar un curso en Suiza.
--¿En serio? Pues, qué bueno, Shura. –el joven músico no estaba muy convencido. Más bien, distraído. Su sueño se hacía realidad y este viaje era un escalón más para alcanzarlo. Era como tocar a Dios. Eso lo tenía claro, pero no podía hacer nada para dejar de pensar en otras cosas. Shura se quedó mirándolo con extrañeza. Era para que Angello pareciera más contento, y entendía perfectamente su reacción.

--¿No querías eso? Siempre me dices que quieres ser reconocido dentro de la música de conservatorio, ¿O no? –el rostro de extrañeza se hizo cada vez mayor. Lo notó enseguida y Angello se justificó cruzando una pierna:
--Claro que lo quiero, Shura, es que… estaba pensando en otra cosa.
--¿Qué es lo que te hace ser tan distraído, Angello? –preguntó intrigado el español. Suspiró y el anfitrión lo condujo al estudio donde tenía el violín y la partitura en el atril. Al llegar a la habitación, le dio a Shura la partitura y éste la examinó con cuidado de no maltratarla. Al cerrar la partitura, descubrió el título y su compositor. Su rostro formaba esa sensación de curiosidad, por lo que Angello le informó aburridamente:
--Es la sonata en Sol menor, Opus 1, número 4: “Il Trino del Diabolo” de Giuseppe Tartini, como puedes ver...
--Pero, ¿Cómo has conseguido esto? Es… genuina… -pasaba sus ojos por las amarillentas páginas. Shura era de esos hombres que se dejaban llevar por las cuestiones sobrenaturales y, en especial, esta partitura se le hacía escalofriante. Llevaba una historia negra tras esas páginas. Angello sentía todo eso. Se conocían muy bien el uno al otro para no darse cuenta… Pero la emoción de sostenerla entre sus manos no era nada, a comparación del dueño, que se extasiaba con sólo verla. –Pero dicen que esta pieza es muy difícil de interpretar, ¿No lo crees  así, Angello?
--Sí. Voy a tomar este Opus como un reto. –finalizó tomando con delicadeza la obra y abrazándola con fuerza. –Significaría mucho para mi carrera… -dejó el libreto en el escritorio y le preguntó sonriendo. – ¿Y bien? ¿A qué parte de Suiza tengo que ir?

*+*Angello*+*
Me cuenta la historia del mundo y detrás
Me acuna en su lecho de espinas mortal
Cumple mis deseos y mi voluntad está a punto de arder…

La hermosa ciudad de Zurich es un paraíso. La arquitectura de ese lugar es como un sueño hecho realidad para mí. Sólo conozco de Italia la isla más grande: Sicilia, mi hogar. Camino por las calles envuelto en la caliente gabardina de fieltro. Shura se le había pasado por alto el no decirme del clima tan frío, a comparación de Italia. Cargando mi violín como portafolios en una mano y de la otra mi equipaje, llego finalmente al lugar citado y en el que daré clases por un año completo. “Muchos sonidos para ocultar su ocupación”, pienso al oír las diferentes voces de cantantes estudiantes.

Al observar la fachada, descubro que un grupo de estudiantes con un maestro, según mis suposiciones, se habían congregado en la explanada principal. Cuando se percatan que yo había llegado, se acercan a mí y el maestro me saluda extendiendo la mano sonriente:
--Me alegra que haya llegado a las instalaciones, profesor Andreotti. Soy el director del conservatorio de Zurich. –le correspondo al gesto inclinando la cabeza un poco. Después el director me abraza y me voltea al grupo de estudiantes. –Ellos son sus nuevos alumnos. Empezará a partir de mañana con sus clases…
--Quisiera recorrer las instalaciones ya que me quedaré un año aquí. –pido sereno. Tengo una reputación que mantener y sé que rumores sobre mi persona se esparcirán como un perfume. Dicho esto, el profesor da dos palmadas y sonriendo, llama a uno de los estudiantes:
--Aphrodite de Reynold, quiero que guíes al profesor por el conservatorio, por favor.

Un chico con una cabellera y ojos de cielo se acerca a nosotros y se inclina en señal de respeto. Su piel, pálida; su mirada, inocente; su sonrisa, traviesa. Con una belleza que tal vez no sea de este mundo… De uno más lejano que el Oriente y tan hermoso como una rosa… Me quedo pasmado al ver que el chico de, al parecer, mi edad me indica que entremos con la mano extendida. Los pies no me responden y mi corazón da un vuelco al sentir lo tersa que es su piel. Mi mente se queda en blanco. Estoy absorto mirándolo detenidamente… tanto que no puedo quitarle la vista de encima… creo que soy muy evidente…

--Profesor Andreotti, ¿Le sucede algo? –pregunta el llamado Aphrodite. Parece que su voz es la dueña de un ángel del paraíso. Sí, definitivamente me encuentro en el mismísimo Edén perdido. Hago un esfuerzo casi sobrehumano para contestar y seguirlo de cerca. No quiero perderme de esa bella aparición ahora… Casi irreal… si la pierdo por un segundo, voy a caer en el precipicio de la desesperación…

--No, no es nada. Empecemos. –finalizo mis pensamientos y tomo voluntad de mi mente para analizar y memorizar cada aula. Caminamos al patio principal y llegamos a una puerta de aula. Ahí, Aphrodite desliza su mano para abrirla e introducirse a ella, mientras me explica sonriente:
--Ésta es el aula donde lo veremos impartir clases. Espero que nos deleite con su hermosa música de violín…
--¿Todos ustedes son…? –pregunto casi indiferente. Tengo que formar una barrera para no perder ante tanta belleza humana. Aphrodite me sonríe más y contesta asintiendo:
--Somos estudiantes de cuerdas. Muchos de nosotros empezamos nuestra carrera aprendiendo a tocar la guitarra para poder dominar nuestro instrumento, profesor.
--Me gustaría oírte tocar para evaluar tus conocimientos. –mentira. Lo que yo quería comprobar era la habilidad musical que poseía y, ¿Por qué no decirlo? Deleitarme con sus acordes. Fue entonces que el sonrojo de Aphrodite se hace presente… un sonrojo parecido al de una jugosa manzana…

--Pero, profesor, hoy no traje mi violín… -se excusa. Le entrego el mío diciéndole impaciente:
--Toma el mío. Quiero oírte.
--Está bien. –cuando lo hubo sacado de su estuche y colocado en el hombro izquierdo, comienza a tocar una melodía extraña, pero a la vez, hermosa, fuerte, ¡Gloriosa! Mi asombro se hace más grande cuando con pavor reconozco la obra. Los ojos se me contraen y creo que por unos segundos me falta el aire. Con trabajo y conteniendo el aire restante en mis pulmones, exclamo:
--¡Il Trino del Diabolo! – ¡No podía creerlo! Está tocando la misma obra que yo trataba de ejecutar. Antes, ejecutarla era un reto, pero ahora… ¡Es una obsesión! ¿Cómo era posible que el chico tocara esa pieza cuando se rumoraba que fue escrita por el mismo Diablo?

Aphrodite deja de tocarla al ver mi rostro desencajado, ¿Tanto terror provocaba esa obra? Se estará preguntando, supongo, ¿Por la leyenda oscura tras las notas? No podía comprenderlo, pero deja el violín con cuidado en su estuche y se disculpa conmigo inclinándose un poco y juntando sus palmas:
--Lo siento muchísimo, profesor. No quería ponerlo de esa manera. Discúlpeme. –cuando observo aquellos ojos sinceros, me calmó y sonrío apacible. “No creo que este chico sepa sobre la historia de Tartini. Seguramente, le atrajo su sonido, ¡Sí, eso debe ser! No hay otra cosa que pensar”, me trato de convencer. Le tomo del hombro donde unos momentos atrás sostenía mi violín y lo tranquilizo. Siendo la persona tan comprensiva que soy, yo, su nuevo profesor, no iba a permitir que le quitara el sueño de ser un profesional:
--No te preocupes, Aphrodite. Es sólo que… es una melodía muy difícil de ejecutar… es todo… -la sonrisa se instala en el rostro del suizo y levanta la cabeza irradiando felicidad… tanta que mi alma se alimenta de ella y crece…
--Gracias, profesor. Ahora espero con más ansias sus clases…
--Yo también lo espero… -mi rostro se torna serio y le susurro cruzándome de brazos. –Sólo te pido que no ejecutes más esa pieza. Muchos podrían enloquecer con sólo oírla…
--Está bien. Haré lo que me pide, profesor… -contesta Aphrodite sin entender ni una palabra de lo que había dicho, pero su rostro transmitía el prometerse no tocarla frente a nadie… si la leyenda es cierta o no, no debemos tomar riesgos… puede que el suizo sea de alma bella, pero de voluntad pobre… tendré que conocerlo mejor para sacar mis conjeturas…

Prefiero ocultar la persona que fui
Cuanto más le pido más puedo exigir
Me atrapa en su mundo y no quiero escapar
De este sueño y sentir su mal…

--Hoy vamos a hablar sobre Paganini… -la clase, al día siguiente de mi llegada, había dado comienzo. Yo, sentado en el escritorio con la pierna cruzada y el saco en la silla, observaba a todos los alumnos desde esa panorámica vista. Muchos rumores se habían esparcido en la escuela sobre mí: que si  realmente podía enseñar a unos chicos tan brillantes que ya no necesitaban a alguien tras un escritorio, que si era un virtuoso o un fraude. Lo cierto era que esperaban que llegara el día prometido para que yo pudiera enseñar mis armas docentes…

--¿Y bien? ¿Alguien quiere decirme algo sobre Paganini? –pregunto a la clase y un chico de alborotados cabellos castaños levanta la mano. Le cedo la palabra y el chico opina:
--Que es el metalero del Romanticismo… -todos reímos ante su comentario tan fuera de lugar. Todavía tomándome del estómago, me dirijo a él:
--Tu nombre y tu instrumento, por favor…
--Aioria Kamaranlís, guitarra clásica y eléctrica, profe. –responde mirándome divertido con sus ojos verdes. Cierro los ojos comprendiendo a la perfección su opinión y los vuelvo a abrir para continuar amablemente:
--Bien, tenemos un dato importante, ¿Alguien más? –todos se quedan en silencio e insisto. – ¿Nadie? Vaya, creo que los he subestimado, chicos… creía que éste era un grupo destacado… -un chico de cabello azulino  largo levanta la mano y yo asiento. El chico se presenta:
--Milo Antares, arpa… circula por ahí una leyenda negra de pacto con el diablo, ¿En realidad fue cierto eso, profesor? –están tocando puntos esotéricos. Me levanto del escritorio remangándome los puños de la camisa, me vuelvo a la clase y pregunto interesado:
--¿Alguien quiere contestar la pregunta de su compañero Milo? –un chico de cabellera larga rubia con los ojos cerrados levanta la mano. Recargándome en el escritorio le indico. - ¿Tu nombre e instrumento?
--Shaka Gautama Muny, cítara… eso no es tan cierto. Paganini poseía una habilidad de nacimiento. Unos dedos tan largos que alcanzaba perfectamente las notas que otros violinistas no.
--Esa habilidad que dices se llama Aracnodactilia. –corroboro a la clase, quien se ha quedado estupefacta con la nueva información. –Dedos tan largos que le sirvieron mucho haciendo de este caballero un virtuoso. Y eso, Milo, es la parte científica de la explicación…
--En cuanto al pacto que tuvo con el Diablo, puede que haya tenido un sueño como Tartini y lo haya orillado a sobresalir… -comenta Aphrodite sin pedir la palabra, pero no me inmuto. Si esto se convierte en una plática amena, mejor. “Este chico es intrigante, entonces ¿Sí conoce la historia de Tartini?”, pienso al girar mi vista en ese ángel. El silencio se hizo presente en el aula. Es muy cierto que Aphrodite había aparecido un día en la escuela, según los comentarios del director, y demostró ser uno de los mejores dentro de ella. Realmente tenía diversos apodos: el jefe de grupo, el virtuoso, el más hermoso de todos… y cada uno de ellos, posee algo de verdad. Eso lo aseguro. Tuve que carraspear para inundar la habitación con ruido y analizar la explicación con detenimiento:
--Puede que sea cierto lo que dices, Aphrodite, que haya soñado con el Diablo y así crear sus caprichos como Goya, pero díganme todos, ¿Qué eso no es parte del subconsciente del hombre? Algunos psicólogos dirían que eso es correcto porque, ¿Alguno de ustedes, alguna vez, no ha soñado algo así? Esos sueños de ser más que los demás y brillar ante un escenario o ser reconocidos… eso, mis queridos alumnos, es el éxito, nuestro éxito por el que luchamos a diario…

Muchos de los presentes asienten emocionados por las palabras de ese extraño hombre al que ven delante como profesor. Ciertamente, la clase todavía tenía mucho que aprender. Entre murmullos de aprobación, una chica de cabello rojizo levanta la mano y le cedo la palabra. La chica sonríe al presentarse:
--Soy Marín Tenmaru, Shamizen. –su rostro se torna más serio. –Pero explíquenos, profesor, en específico ¿Cuándo es el momento del éxito en el escenario? ¿Cuándo todos nos aplauden o cuando alguien se nos acerca para felicitarnos?
--Es muy buena tu pregunta, Marín. Veamos. –me llevo una mano a la barbilla y cavilo unos instantes. –El éxito no sólo es eso. Pondré un ejemplo: cuando toco el violín, no es un éxito el que mucha gente me vea, ni los premios que reciba, sino empieza en el momento en que interpreto la primera nota y termina en la última. Lo demás, viene a demostrar a cuánta gente le puedes alimentar el alma con tu música. El arte es subjetivo y cada humano tiene la capacidad de apreciarlo.
--Entonces, ¿El momento en el que tocamos nuestros instrumentos es un éxito? –pregunta Aphrodite comprendiendo el significado real de la clase. Asiento sin inmutarme de la interrupción del suizo. Camino por las bancas en donde están sentados y continuó:
--Así es, muchachos… Ahora, quiero que, al llegar a su casa, practiquen para evaluarlos en cuanto a su ejecución. Puede ser el tema que prefieran para mostrar. La clase ha terminado.

Todos se levantan de sus lugares y despidiéndose de mí, salen del aula. Sólo hay un integrante que se queda sentado mientras recojo mis libros que no fue necesario utilizar. Al percatarme de que mi ángel no había volado aún, me vuelvo a mi alumno y le pregunto cómplice. Necesito saber su opinión:
--¿Qué tal estuve, Aphrodite?
--Me ha inspirado más para tocar la pieza “Prohibida”, profesor… pero prometí no hacerlo frente a nadie. –contesta honestamente el suizo. Para entrar más en camaradería, le corrijo serio:
--Lámame Angello. Soy Angello a secas, Aphrodite…
--Bueno, sólo le puedo decir que espero con más ansias la próxima clase… Angello…
--Yo también, querido alumno… espero tu ejecución fascinante… tienes que practicar mucho… -me quedo en silencio por unos segundos para recordar algo importante que debo decirle. – ¡Ah! Y Aphrodite… Cuando sepas que es lo que te falta, ven a mi oficina y te ayudaré con eso… sobre todo para explotar tu potencial…
--¿Significa que todavía no soy lo suficientemente bueno para alcanzar el éxito? –la indignación se apodera del rostro del suizo. Cierro mi portafolios y me dirijo a la salida para dar otra clase con los principiantes. Al voltear, le expreso sonriendo y finalizando:
--Eres bueno, uno de los mejores del conservatorio, pero no te presiones por ello… no te hace falta…

*+*Aphrodite*+*
¡No quiero olvidar quien es él!
Dejarme atrapar sin dudar.
No quiero olvidar y perder.
Llegar hasta el fin y volver…

--¿Qué es lo que quiso decir Angello?

Sentado frente al violín caoba, color del infierno, medito las palabras de mi profesor. Doy vueltas al asunto y no llego a ninguna conclusión, por más que me esfuerzo. Suspiro finalmente, me calmo y me levanto para preparar la tarea que me habían encargado. Busco entre partituras la que más llame mi atención: Paganini, Vivaldi, Bizet… pero nada. Nada me convence y siento que me vuelvo cada vez más neurótico. Por fortuna, para mi estado de ánimo y el de los demás, mis padres se la pasan todo el tiempo viajando y confían en mí… ¡Argh! Me duele la cabeza.

Termino por dejar la selección para relajarme y preparar una deliciosa taza de café. Algo me ocurre. Estoy seguro. No soy el mismo Aphrodite gentil, no. Ahora me comporto altanero y vanidoso, como si hubiera algo que me orillara a eso. Pero lo más grave es que, por más que lo intento, no puedo retroceder. Y hay otra cosa: un sentimiento que me oprime desde alguna parte de mi cuerpo… no es pasión… no es una sensación conocida… traspasa un límite entre lo cuerdo y la inconsciencia…parecida a la locura… deliciosa… algo que me estremece de placentero dolor… dolor que hace doblarme hasta arrodillarme en el suelo… por un momento siento morir…

Unos toquidos en la puerta me hacen volver en sí. Por inercia, paso mis dedos por la frente y compruebo que sudo. No lo puedo creer y no lo hago. Tomo una servilleta de la mesa y me limpio con ella el fluido involuntario. Ante los insistentes sonidos de la puerta, camino a la entrada y abro nervioso; aún me encuentro ansioso. Encuentro la espalda de un hombre que conozco bien y que observa el cerrado cielo de nubes grises. Sonrío y me recargo en el marco esperando a que se voltee. El hombre voltea y se sorprende al verme sonriendo travieso. Inclinándose, me saluda:
--Me dijeron que vivías aquí. –se endereza y sonríe. Me encanta verlo sonreír. Tan… amable para mí… ¿En qué estoy pensando? –Quería charlar contigo y tomar una agradable taza de café, ya que este clima no es muy favorable para mí…
--Pasa, Angello. –respondo invitándolo a entrar.

Los labios de Angello se encuentran partidos por el frío. Tiene que aclimatarse antes de que éstos comiencen a sangrar. Lo hago pasar a la sala y le llevo el café. Mi mirada sigue casi con desesperación sus labios. Por un momento, como un flechazo, me pasa por la mente la idea de verlos manchados en el líquido escarlata. No, contrólate, Aphrodite, si no quieres hacer algo que rompa el ambiente. Me tomo de la cabeza y cierro los ojos concentrándome en aniquilar esas ideas. El dolor otra vez se hace presente. Empiezo a creer que aparece cuando algo en mi consciente me reprime y otra fuerza incontrolable lucha para resultar la vencedora… y se repite esa sensación… dolor y placer unidas en tan enferma situación… una jugosa mezcla que estaba prohibida…

--Aphrodite, ¿Te sientes bien? Si quieres, puedo traerte algún analgésico… -la preocupada voz de Angello retumba en mis oídos y me tranquilizo rápidamente. Volteo a verlo levantando la cabeza y le sonrío.
--No, muchas gracias, Angello… lo que pasa es que sufro de jaqueca… ja, ja, ja… -río, pero sólo consigo preocuparlo más. Éste se acerca y me abraza, sentándose a mi lado. “Angello me está tocando, ¿Qué hago? ¿Le correspondo o lo alejo?”, me pregunto sintiendo el calor de su cuerpo. Suave, delicado… delicioso…“Aléjate de él. Es tu profesor. La verdad no sé cómo aceptaste a decirle por su nombre. Eso rompe la conexión Maestro-Alumno”, responde una voz seria, casi moralista... “Si te acercaste a él fue porque te gustaba, ¿No? El tipo es guapo, ¡Vamos! ¿Quién te prohíbe querer a alguien? ¿La sociedad, Dios? Tú no sabías que iba a ser tu profesor, ¿No? Ahora es la oportunidad, ¿Qué esperas?”, otra voz, un tanto traviesa y macabra me convence a cada segundo. Dejo de darle vueltas más al asunto y elimino las dos opiniones de mi mente pateándolas lejos.

--¿Ya te sientes mejor, Aphrodite? Te ves pálido. –me dice Angello y yo sonrío. No es una sonrisa sincera, es muy oscura. Algo que me aleja del mundo y toma mi cuerpo prestado. Soy yo, pero a la vez no. Mi cuerpo se separa un poco y se levanta para aventar a mi profesor suavemente a lo largo del sillón.

Angello se queda pasmado por mi reacción y, pese a su expresión, me coloco a horcadas sobre él. Mis ojos se cruzan con los de él hasta que mi cuerpo se acerca lo suficiente para, finalmente, apoderarse de mi máximo deseo: sus labios secos. Introduce mi lengua formando delicados círculos en su cavidad y la saca para lamer con lujuria contenida su mejilla. Después procede a morder con salvajismo su labio inferior hasta hacerlo sangrar y disfrutar del apetecible sabor. Lo he visto desde afuera, como si mi cuerpo me expulsara y estuviera flotando en el aire…Fue entonces que me libero de lo que me tenía cautivo y regreso a mi cuerpo.

Observo a mi alrededor y descubro que estoy arriba de Angello y el rostro del mismo, se haya impresionado por lo acontecido. Y lo más extraño es que la mirada del italiano posee un brillo rojizo que desaparece cuando sonríe y se sienta. Parece desilusionado, pero no sé por qué…

--Vaya, -opina Angello mirando al suelo acomodándose. –No sabía que te gustaba de esa manera…
--¡No! Te equivocas, Angello… tú no me gustas… es que no sé lo que está pasando. –intento explicarle y dispuesto a decirle todo lo que pasé, pero el profesor se levanta y se vuelve de espaldas, decepcionado en su voz.
--Pues… ese beso decía lo contrario… -se voltea y sonríe lastimosamente. –Pero no importa. De todos modos, lo nuestro no puede ser… somos maestro y discípulo. Nada tiene que ocurrir entre los dos.
--Pero…
--Me retiro. –toma rápidamente su portafolios y camina a la puerta. –Espero con ansias tu tarea. –tras cerrar la puerta, me llevo una mano a la mejilla izquierda para evitar que avance una lágrima…

Me quedo en silencio escuchando su voz
El sueño es eterno, ya no sé quién soy
Escucho un sonido tan dulce que apenas puedo respirar…

No sé qué hacer. Me siento como si hubiera hecho algo malo. Pero no tengo porqué sentirme culpable: todo se lo atribuyo a la misteriosa voz que me convenció de eso. ¿Qué más puedo hacer por mí? ¿Sentarme a esperar el castigo de Dios? No lo creo. Además, ¿Por qué no aprovechar esa situación? Sólo quería que sus labios estuvieran húmedos. El factor sangre vino a causa de mi gran esfuerzo, ¿No?
Eso no es cierto.” ¿Qué? “Que no es cierto. Pudieron haberte convencido, pero tú tenías la última palabra.” Esa voz otra vez… ¡No! Me duele la cabeza… más y más… todo es tan confuso… ¿Por qué? ¿Por qué cada vez que me quiero portar bien, me duele la cabeza y comienza la lucha de voces? ¡¿Por qué?! ¡Quiero que se callen! Ya… ya… ¡YA!

Por fin me calmo y analizo la situación. No, mejor no. Si continúo, seguramente comenzaré lo que acabo de parar. Suspiro profundo. Toda mi vida he pensado que el violín tiene la culpa de todo, pero, a su vez, me calma con su voz, ¿Qué digo? Es mi droga y ahora la necesito más que nunca. Mi violín caoba me llama. No sé cómo, pero lo hace… es como si hubiera un imán en mí y me atrajera hacia él… seguramente será piadoso conmigo y me enseñe la técnica correcta…

Lo pongo en mi hombro izquierdo y deslizo el arco para tocar el larghetto principal. Voy tocando como se lo oí a un viejo ebrio en la calle. Mi técnica es perfecta, pero falta algo… la sonata no está completa, ¡Maldito Tartini! Creo que le hace falta un acorde más. Sí, eso debe ser. Un acorde especialmente diseñado para esa obra… si tan sólo pudiera tener la partitura… ¡Sin dudarlo, adivinaría ese complemento…!

¿Qué es lo que me hace falta? ¿Angello lo tendrá? ¿Por qué me prohibió tocar Il Trino del Diabolo? Esta situación ya me está desesperando. No la soporto. Me voy a la cama y tal vez logre olvidar mi obsesión. Me desvisto lentamente y me acomodo en el suave colchón entregándole mi mente al dios sueño por unas horas… mis músculos se relajan y ya no siento cansancio…

…Camino por un viejo castillo de piedra hasta llegar a una de las tantas puertas. La atravieso cual si fuera un fantasma y veo rápidamente la habitación descubriendo que un sujeto duerme en una austera cama. Sonrío a pesar de no saber por qué y me acerco hasta sentarme arriba del sujeto. Es un fraile que se ha quedado dormido. Parece que puedo ver a través de sus sueños y creo uno para él. El sujeto se pasma por unos momentos y le digo amigable:
--Querido amigo, he oído tus lamentos desde muy lejos y sé muy bien que deseas crear la obra perfecta. –le abrazo amistoso. El fraile parece que está maravillado conmigo. Yo le sigo diciendo. –como tu amigo que soy, te voy a enseñar la melodía más hermosa que has escuchado nunca…
--¿En serio? –pregunta el fraile. Yo, para convencerlo, sonrío. ¿Para convencerlo? ¿Qué sucede con mi mente? Doy permiso a mis labios para saber lo que voy a decir:
--¡Claro que sí! Pero a cambio quiero tu alma… es el precio que vale mi pieza musical, ¿Qué dices? No es una mala oferta…
--S-sí… sí, amigo… acepto…
--Entonces, pon mucha atención, que vas a recordarla muy bien cuando te despiertes… ja, ja, ja…

Aparece de la nada mi violín caoba. Me lo coloco en el hombro y toco una melodía fácil para mí. Un juego de niños, ¿Con tan poco se emocionan los humanos? ¡Deberían darles vergüenza las atrocidades llamadas “arte” creadas por ellos! Ahora comprendo el por qué Dios los protege… un momento, ¿Qué estoy diciendo? ¿No puede ser que yo…? Tonterías. Pero me aseguro antes de hacer conjeturas. Cuando termino la melodía, desaparezco de su sueño y me veo en el espejo de su habitación: mi cabello, azulino como el cielo; sonrisa, sensual; tez, pálida. Es cierto, soy Aphrodite, pero algo está diferente… ¡Mis ojos destellan fulgores escarlatas! ¿Qué soy en realidad?

--Su Alteza, Luzbel, el alma de Giuseppe Tartini ya está sellada. –un hombre con una máscara puesta me habla arrodillado ante mí y yo, involuntario, sonrío. De alguna manera conozco su voz. Vuelvo a mirarme al espejo y mis ojos se han tornado totalmente inyectados en carmesí. Ya no controlo mis movimientos, como si alguien más se haya apoderado de mi cuerpo. Sin dejar de sonreír, me vuelvo y alcanzo a escucharme antes de caer en sueño bajo mi inconsciente:
--Sí. Sólo falta encontrar la partitura de ese tonto para apoderarme de su cuerpo completamente…

Abro los ojos repentinamente recordando el sueño que me hace estremecer. Quiero volver a soñar de nuevo y dejo que mis párpados caigan al mundo desconocido al que me arrastran mis pensamientos…

*+*Angello*+*
Recuerdo que el día acababa y no sé
 Sutil melodía me atrapa otra vez
No puedo escapar, debo estar
A su lado y sentir su mal…

--¿Qué le ha parecido mi obra? ¿Verdad que “Asturias” es fascinante?
--Sí que lo es…
                           
El sonido de aplausos me hace volver al mundo real. Trato de concentrarme en la clase. Si Aioria tocó Asturias, los demás debieron de haberse quedado pasmados al escucharla. Su pieza ha sido correctamente seleccionada. Para tocar a Albeniz, este chico debe ser un genio. Tal vez por eso, toca una guitarra eléctrica. Sonrío complacido. Shura se hubiera vuelto loco con estos alumnos, pero yo no. He notado algunas fallas y debo decírselas, si no, no estaré fungiendo como el profesor que soy:
--Tu técnica es buena, pero no seas tan noble con ella. Trata de controlar la emoción de la pieza. Si lo haces, podrás ejecutarla a la perfección… -doy una palmada y le digo a la clase, esperanzado. – ¿Algún voluntario que quiera demostrar su talento?

Marín levanta la mano desde los cojines regados en el piso y todos sentados debajo de ellos. Asiento y la chica posiciona su instrumento y comienza a tocar. A pesar del sonido metálico del Shamizen, no dejo  de mirar la puerta esperando a que Aphrodite aparezca y disculpándose con todos por la tardanza. Pero no aparece. Vuelvo mi vista al instrumento y lo analizo. Bueno, muy bueno. No sé mucho de instrumentos orientales, pero éste me ha dejado fascinado. Al terminar la pieza, Marín sonríe expectante de mi opinión. Suspiro:
--Estuvo perfecto. Realmente dominas al instrumento. Ahora, sólo hace falta que interpretes la obra a través de tus sentimientos, Marín… -la chica asiente y yo continúo. –Bueno, para no romper con el ambiente oriental que nuestra compañera nos ha creado, es el turno de Shaka. Así que, por favor…

Shaka se acomoda y comienza a tocar con una destreza a la que a ningún citarista le he oído. Milo se acerca a mi oído y susurra:
--¿Verdad es la misma reencarnación de Buda, profesor? –realmente lo es. No logro encontrar errores en su ejecución. Me resta cerrar los ojos y disfrutar de las notas batidas por su cítara. Me transporta inmediatamente a la antigua India, de donde él es originario. Cuando termina su ejecución, todos aplaudimos, incluso, Marín y Shaina lloran de la emoción.

--¡Brillante! Realmente brillante, Shaka. –opino sincero. –No hay ningún error en tu ejecución. De ti depende que el sonido de la cítara sea difundido por todo el mundo…
--¿En serio lo cree, profesor? Yo siento que no he alcanzado la perfección todavía. –opina el hindú. Me paso una mano por la cabeza y le expreso:
--Oírte sería un pecado si tocas a ese nivel. –río un poco y niego con la cabeza. –No, Shaka, alcanzar esa perfección sería muy peligroso, pero, si en realidad quieres seguir ese camino, pues, ¡Buena suerte! No te detengo en ello. –miro a la clase y expreso cada vez más impaciente. – ¿Quién sigue?
--Yo, profesor. –levanta la mano el bonachón de Aldebarán y se levanta para tocar el contrabajo. Por su altura, es el instrumento adecuado para él. Se frota las manos y toma en arco para deslizarlo por las gruesas cuerdas. Comienza su ejecución y noto que Aphrodite no ha llegado, ¿Habrá pasado algo malo? ¿Por qué se puso así al verlo? No era él. Su mirada no era fría, sino cálida y dulce. Algo debe estarle pasando. Tengo que ir a verlo de nuevo y que me explique la situación…

--¿Y bien, profesor? ¿Qué tal estuvo mi ejecución? –me pregunta Alde. Cierro los ojos para concentrarme y los abro sonriendo. Ese chico…

--Aún te falta intensidad. No te apegues tanto a las partituras y déjate expresar más… pero, vas por buen camino… Mu, sigues tú…

El chico se sienta en una de las bancas y se acomoda el chelo para tocar suave. Su técnica, buena; la armonía, perfecta. Realmente parece que estoy oyendo a Bach con el preludio de la suite no. 1 para violoncello. Es como si los ángeles están rondando a nuestro alrededor, ¡Excelente! Todos aplauden a Mu y se inclina recibiendo las ovaciones de sus compañeros. Guardan silencio y yo doy mi opinión:
--Señores, tenemos a otro perfecto compañero. Muy bien, Mu. Me has transportado al paraíso perdido… -quiero irme a casa y me levanto para rodearlos y explicarles. –Bueno, quiero que escuchen atentamente lo que les voy a decir… El arte es una expresión humana que el hombre ha creado para admirar la belleza del mundo, pero también es muy cruel porque nos hace pagar con nuestra propia vida... Todos nosotros luchamos para alcanzar un instante de eternidad y, en ese instante debemos dar nuestra propia alma… recuérdenlo siempre que vallan a tocar su instrumento que ustedes no son más que un médium entre los sentimientos del ser humano y el instrumento o las notas… harán cosas maravillosas cuando se descubran ante sí mismos y entiendan eso… todos tenemos la capacidad de expresarnos, de no ser mediocres y elevarse con pasión…

Todos aplauden emocionados y yo me quedo estático sonriendo. Sin duda, serán grandes concertistas y espero el día para verlos triunfar. Empiezo a dar indicaciones:
--Les digo esto para que no se desilusionen si algo sale mal. Lo que deben hacer es levantar la cabeza y seguir adelante… Ahora, todos ustedes darán un concierto en el auditorio principal del Conservatorio… La temática será la que ustedes elijan… les daré la fecha y la hora para que se preparen y quiero que sigan practicando… -doy una palmada y exclamo. –La clase ha terminado, pueden retirarse…

Todos se levantan de sus lugares y se dirigen a la salida. Sigo preocupado por Aphrodite. Debo preguntarle a alguien por él. Tomo el hombro de Mu y lo llamo. El chico se da la vuelta y me mira con expresión amable:
--¿Se le ofrece algo, profesor?
--Tú eres el subjefe de grupo, ¿No es así?
--Sí, ¿Por qué lo pregunta, profesor? –el chico se empieza a preocupar.
--Aphrodite ha estado faltando, ¿No sabes el porqué de la situación, Mu?
--No, profesor. Sólo es mi compañero, pero Milo y él son amigos… tal vez él sepa algo…
--Gracias…

Me dirijo a la salida y veo a Milo hablando con un chico de cabello aguamarina largo. Me acerco a ellos y lo saludo. Milo se emociona al verme y me presenta con su compañero:
--Mira, Camus, él es mi profesor, ¿Lo conoces, cierto? Se llama Angello Andreotti. Siempre nos dice cosas interesantes de la música… deberías escucharlo…
--Mucho gusto, profesor Andreotti, mi nombre es Camus Trolliet, toco el piano. –me extiende la mano y yo le correspondo. Milo se emociona cada vez más y yo carraspeo para tranquilizarlo. Debo preguntarle.

--Milo, ¿No sabes nada de Aphrodite De Reynold? Ha faltado mucho a clases y se acerca el concierto…
--Pues… -cavila un momento. Su expresión se torna seria y me responde. –La última vez que hablé con él, o sea ayer, me dijo que le dolía la cabeza y que se sentía mal. Su voz sonaba rara… -finalizó sonriendo cambiando su actitud a la habitual, lo que hizo desconcertarme más. –Pero no se preocupe, Aphrodite siempre ha sufrido de Jaqueca. A lo mejor, pescó un resfriado.
--Gracias, Milo. –me volteo a Camus y le sonrío tendiéndole la mano. –Si gustas, ven a nuestra clase para que tengas una opinión, Camus…
--Gracias, profesor Andreotti… -dicho esto. Inclino la cabeza y voy caminando a casa de Aphrodite…

*+*Angello*+*
¡No quiero olvidar quién es él!
Dejarme atrapar sin dudar.
No quiero olvidar y perder.
Llegar hasta el fin y volver…

Al llegar a la fachada de su casa, subo los tres escalones y toco la puerta con cautela. Nada. Ni un ruido hay en el interior. Vuelvo a tocar, pero veo que la cerradura está abierta. Entro con cautela y la cierro lentamente. Me quito la gabardina y la bufanda tratando de convencerme que mi ángel está en cama y que lo que dijo Milo era cierto.

--¿Aphrodite? ¡Soy Angello! ¿Estás en casa? –grito para saber si hay alguien, pero el sonido del teléfono me hace salir de mis pensamientos. Veo si está en la cocina, pero no encuentro un rastro de su presencia. Paso por la sala y nada, a pesar de que el teléfono sigue sonando. ¡Qué raro! Parece como si no hubiera nadie. Descubro que hay unas escaleras y las subo con paso apresurado, ¡Puede que le hay pasado algo malo! Cuando llego al segundo nivel vuelvo a hablar:
--¿Aphrodite, estás en casa? Respóndeme, por favor…

El sonido del teléfono sigue haciendo ruido. Ya es anormal. Aphrodite me hubiera contestado. Empiezo a revisar el estudio, una recámara que tal vez es que sus padres, pero no está. Con el corazón casi estallándome, como si escuchara el principio de la Novena Sinfonía de Beethoven, toco la chapa de la única habitación por investigar. Las dudas se apoderan de mi mente. ¿Y si sólo salió y por eso no contesta? ¿Y si sufrió un ataque de jaqueca? ¿Y si sólo está durmiendo? Aparto todo mal presentimiento que tengo y giro la cerradura con cuidado…

Abro lentamente la puerta y paso a la habitación oscura. Enciendo la luz y descubro que la cama está tendida. No está aquí. Por la tensión suelto mi portafolios dispuesto a Cierro la puerta y se oye un ruido en la entrada de la casa. Bajo las escaleras rápidamente y al llegar al recibidor, encuentro a un Aphrodite empapado en sudor y con la chaqueta puesta cargando una bolsa de compras. En cuanto me ve, sonríe y se desvanece cayendo de bruces contra el suelo. Corro a levantarlo y lo cargo en mi espalda hasta llevarlo a la sala para recostarlo en uno de los sillones. El teléfono, de nueva cuenta, empieza a sonar y contesto:
--¿Diga?
--¿Aphrodite, hijo? ¿Eres tú? –una voz de mujer se oye del otro lado de la línea.
--No. Soy Angello Andreotti, profesor de Aphrodite en el Conservatorio, ¿Se le ofrece algo, señora?
--¡Ah! Profesor, es que mi hijo está enfermo y quisiera saber si está mejor…
--No lo creo. Voy a llamar a un médico. –toco su frente. –Tiene fiebre algo alta…
--¿En serio? Voy a cancelar el contrato que tengo en Australia y lo veré inmediatamente…
--No se preocupe. Estará bien conmigo. Soy su tutor en el Conservatorio, así que lo cuidaré personalmente…
--Me acaba de salvar de una gran suma de dinero. Verá, tengo que presentar una ópera en Sidney y no puedo faltar. Ya le informé de esto a mi esposo, pero está en New York atendiendo unos negocios.
--¿Es Aphrodite alérgico a algo, señora?
--No que yo sepa. Se lo encargo mucho, profesor…
--No se preocupe. La llamaré para mantenerla atenta.
--Gracias, profesor.

Colgó. Acomodo el teléfono y marco el número de la oficina del director. Llamo y le pido que me dé el número de algún médico en Zurich. Me informa que lo mandará a la casa y cuelgo. Inmediatamente,  cargo a Aphrodite en brazos y lo llevo a su recámara. Le quito la chaqueta fría y lo recuesto tapándolo con el edredón. Saco del bolsillo de mi pantalón mi pañuelo y seco su sudor. Sonrío al ver que recobra el conocimiento y le tranquilizo:
--Viene un médico en camino. No te preocupes, llamó tu madre y le dije que me haría cargo de ti en lo que te pones bien…
--Angello… viniste… a verme… perdón por no ir a tu clase… -tose un poco y le ofrezco el pañuelo. Lo toma y sonríe. Me levanto de la cama y le toco la frente. La temperatura sigue alta. Acaricio su cabello azulino y sonrío:
--¿Por qué no me dijiste que te sentías mal cuando te visité? Hubiera hecho otra cosa que malinterpretarte, Aphrodite…
--No… era importante, Angello… me pasa todo el tiempo… -levanta su mano acariciando la mía y hace una mueca de dolor. –Siempre he tenido esa clase jaquecas… -se queda en silencio como si dudara en contarme algo. –en la que dos voces luchan en mi mente… las oigo muy claro, como si estuvieran susurrando a mi oído…
--¿Cómo? ¿Oyes voces? ¿Y qué te dicen, Aphrodite? –siento que mi rostro se desencaja por el secreto que tiene. Aphrodite vuelve a toser tapándose con el pañuelo antes de responder.

--Una me reprime de lo que pienso y la otra me incita convenciéndome que lo haga… y me duele bastante si no obedezco a la última… no sé qué hacer… -me toma de las ropas y me acerca más. -¡Angello, sálvame de todo esto! Ya no quiero oírlas, ¡Ya no quiero sufrir más!
--Calma, Aphrodite, tienes que relajarte con eso que pasa. ¿Qué te parece si le digo al médico? Él podría ayudarte… -le tomo de las blancuzcas manos y las beso tiernamente. Pero el timbre resuena en la puerta. Tapo bien a Aphrodite y salgo de la habitación para abrir la puerta. Encuentro a un moreno hombre de cabello rojizo con su maletín negro y el estetoscopio rodeando su cuello. Lo invito a pasar y me dice amigable extendiendo su mano:
--No se preocupe, profesor. Soy Dohko Mei, médico de la familia. Vamos a ver a Aphrodite…

Subimos hasta llegar a su cuarto y al entrar, se quita el saco y lo empieza a revisar. Le toma la temperatura y lo examina con el estetoscopio. Después saca de su maletín un blog de recetas, se coloca sus lentes de media luna y escribe algo en ella. Me la da y me indica como tomar los medicamentos. Eso fue muy rápido. En realidad lo conoce muy bien. Se despide de Aphrodite y cierro la puerta tras él. Con voz preocupada le digo:
--Hay algo que deseo hablar con usted, ¿Tiene tiempo?
--Sí. Vayamos a la sala para charlar calmadamente…

Bajamos las escaleras y nos sentamos en los sillones. No sé qué decir. Junto mis palmas y le explico la situación. El doctor Dohko se queda estupefacto por lo que acabo de contarle y niega con la cabeza diciéndome:
--Acabo de hacerle numerosas pruebas para ver si tiene alguna enfermedad psiquiátrica, pero los resultados salieron negativos. Intenté todo: terapias, medicamentos, reclusión, pero todo ha sido en vano. He curado a pacientes de Esquizofrenia, trastornos, fobias, pero en el caso de Aphrodite no han funcionado.
--¿Significa que se ha inventado todo lo que estoy diciéndole, doctor? –pregunto con incredulidad y enojo al mismo tiempo. El doctor me contradice quitándose los lentes y sobándose la sien:
--Es la única explicación para diagnosticar… tal vez hay algo en su subconsciente que requiera atención… sus padres no están en casa, ni siquiera van a sus conciertos. Puede que esté solo. –se levanta del sillón y se coloca el saco y la chaqueta para caminar a la puerta. Cuando ya está a punto de salir, se voltea a mí. –En lo único que confío es que usted pueda hacerse cargo de él. Es todo lo que puedo decirle, profesor Andreotti…
--Está bien. Haré todo lo que esté en mis manos, doctor Mei…

El médico se despide y baja la escalinata mientras que cierro la puerta. Escucho el sonido del violín en la parte de arriba. Subo las escaleras con cuidado y entró con paso presuroso a la habitación. Y lo encuentro parado en la cama con el violín sonando. Intento caminar, pero algo me detiene el paso. ¡Mi portafolios! Está tirado en el suelo con los libros regados por el suelo. Pero lo más increíble es que Aphrodite está observando la partitura ejecutando “Il Trino del Diabolo”. ¿Qué sucede aquí? Sin detenerse, Aphrodite exclama envuelto en una mirada escarlata:

--Tú tenías mis partituras… Death Mask… Mi Angello di la Morte…

*+*Aphrodite/Luzbel*+*
No quiero ya, dejar de soñar
No puedo ya olvidar la verdad
Quedarme con él, llegar hasta el fin y volver…

¡Por fin han llegado a mis manos! Las piezas del acorde del diablo… me siento como si hubiera rejuvenecido… ¡Sí! ¡Lo he logrado! Ahora, sólo resta improvisar y el resto será mío. Dejo de tocar y me bajo de la cama para poder ver a mi próximo sirviente. Mi Angello di la Morte, mejor conocido como Death Mask, me ha traído las deseadas partituras… para cerrar el pacto, se debían traer en un sitio la sangre italiana y la más pura que desearan estar juntos, así como el violín y las notas… ¡Yo mismo, Luzbel, el hijo de la Luz haré que su bendecido amor se vuelva placer y lujuria desbordante!

¡No! ¡No le hagas nada a Angello! Él no tiene la culpa de lo está pasando entre tú y yo… ¡Deja de hablar en mi cabeza! ¡No quiero sentir más dolor! ¿Acaso no sabes que el dolor es el medio para obtener placer? Déjame conducirte hasta ese punto y vuelve a dormir. Tu alma ya es mía…

--Aphrodite, ¿Qué está sucediendo contigo? –la voz de Angello inunda mis oídos. Con terror exclamo. ¡Quiero que se salve! Me sentiré mal si no hago algo por él:
--Aléjate… ¡Vete, Angello! No quiero que te haga daño. –Angello me abraza. Siento cómo su calor me rodea el alma, ¿Podré salvarme de esto? No. Ya no hay un paso atrás. Acabas de despertarme, ¡¿Cómo quieres que regrese al mundo de las tinieblas?! La maldad de este plano me ha dado el poder suficiente para despertar, ¿Qué sabes tú del castigo de Dios? Intento hablar, pero no sale ni un sonido de mi boca. Siento que mi conciencia se desprende de mi cuerpo otra vez. ¡NO…!

--Angello, quédate conmigo. Yo sé que me deseas… que quieres estar dentro de mí y sentir que mi cáliz salga expedido por tu cuerpo… sólo tienes que tocarme para hacer que eso suceda… -mi voz suena más sensual de lo que creí. Death Mask me aprieta con más fuerza que antes y siento su cuerpo estremecerse con mi respiración. No… voy a permitir que uses mi cuerpo para satisfacer tu alma, Luzbel… ¡Pobre tonto! ¿Qué puedes hacer contra mí? Mira detenidamente a Death Mask… ya está en el límite… quiere deshacerse del sentimiento  que lo tiene aprisionado… y eso sólo lo va a lograr si disfrutamos juntos de la delicia que Dios nos ha prohibido…

--Aphrodite, ¿Qué te pasa? Antes eras noble, de corazón puro y sincero… y ahora en tus ojos tienes la lujuria… ¡Dime quién eres en realidad, Aphrodite?
--Él ya no te escucha… está en otro mundo. –Death Mask se separa de mí, me toma de los hombros sacudiéndome y mirándome a los ojos. Puedo ver que está muy asustado… el miedo es el iniciador de las revueltas… eso es bueno para comenzar…
--¿Quién eres? ¿Qué le has hecho a Aphrodite? ¡Responde!
--Soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin… eso es lo que soy… y tú, Death Mask, eres mi sirviente, ¿Ya no te acuerdas de lo que vivimos juntos?
--No me trates de engañar. Tú y yo no nos conocíamos… ¡NUNCA…! ¡Devuélveme a Aphrodite!
--Claro que sí. Siempre has estado a mi lado. Cuidándome y aconsejándome de los planes para derrocar a Dios… protegiendo a tu señor como el ángel de la muerte que eres…
--Eso es mentira… ¡No te creo! –se toma de la cabeza y se acuclilla como un niño desamparado. Je, veo que empieza a recordar. Dejo el violín en la cama con suavidad y lo rodeo con los brazos para susurrarle al oído:
--¿Acaso crees que encontraste “Il Trino del Diabolo” por casualidad? No. Yo hice todo lo posible para acercarme a ti y, como eres músico, te atraje hacia mí. ¿Verdad que querías esa partitura para tocarla correctamente?
--No es cierto… eso no es cierto… ¡NO ES CIERTO…!
--Creo que vamos a refrescarte la memoria un poco. –finalicé para tomarlo de su rostro y que pusiera su mirada en mis ojos escarlatas. Inmediatamente aparecemos en la oscuridad de un recuerdo… ¡No le hagas nada! ¡NO…! Demasiado tarde, Aphrodite…

Death se levanta de la oscuridad para caminar ciego sobre ella. Lo dirijo con la mirada hasta una enorme puerta de madera vieja. El mismo lugar donde comenzó todo. Abro la puerta y pasamos a la habitación. Aphrodite, encima del viejo monje proponiéndole un pacto y tocando su violín, envuelto en la melodía que no está completa; al lado de la cama, un hombre con una máscara riendo estrepitosamente del plan. Cuando Aphrodite termina su melodía, sale del sueño y se muestra al espejo. El hombre abre el párpado del monje y éste comienza a brillar dejando en su escritorio el violín caoba, para después arrodillarse frente a Aphrodite y decirle:
--Su Alteza, Luzbel, el alma de Giuseppe Tartini ya está sellada. Aphrodite sonríe y menciona:
--Sí. Sólo falta que escriba la partitura ese tonto para apoderarme de su alma completamente… -el hombre se quita la máscara y Death Mask ve que se trata de sí mismo con horror. Me acerco y le susurro al oído lo más delicioso que puedo:
--¿Lo ves? Ése eres tú… el ángel caído que ya no tiene salvación…

*+*Angello/Death Mask*+*
El violín del Diablo, sonata del mal
Canciones ocultas desde el más allá
No quiero olvidar y perder
Llegar hasta el fin y volver…

Nuevos recuerdos se apoderan de mi mente: masacres de inocentes almas, odio hacia el que nos despojó del Edén, dolor en medio de la llamas del infierno, rostros de terror que no descansan, lujuria al disfrutar del placer que brinda un orgasmo. Todo esto conjuntado de felicidad por hacer sufrir y vernos bañados en sangre con nuestro miembro apuntando al cielo. ¡No! ¿Cómo pude caer en la perdición del ser humano?

--¿Ahora ya comprendiste nuestro dolor, odio y muerte hacia Dios? ¿Ya entendiste todo lo que tuvimos que pasar por su culpa? Todo, según él, para la redención de los pecados… ¡Qué no nos haga reír! El Apocalipsis vendrá muy pronto… -una voz se oye en mis oídos. No es Luzbel el que habla… ¡Es mi mente! ¿Quién es el intruso que desquebraja mis estado mental? ¡¿Quién es?! ¡Muéstrate maldito bastardo!

--Ya te lo dijo mi señor… tú y yo, ambos, somos Death Mask, Il Angello Di La Morte… si aceptas, haremos de esta tierra nuestro Pandemónium, sirviendo a nuestro señor Luzbel y levantando una revuelta contra el que ha osado echarnos del Edén…

La mente me da vueltas, ¡No puedo permitirlo! Comienzo a correr a los recuerdos de este mundo… una luz me llama y entro en ella para que el Angello Di La Morte no pueda alcanzarme. Y  ahí se queda. Estático, como si temiera de la luz… camino hacia esa luminosidad y una voz, más amable que la anterior, me pregunta:
--Angello, ¿Por qué te salvaste de ser un demonio? ¿Por qué?

No lo sé. “Recuerda el por qué y podrás salvarte… Angello…” no lo sé… ¡No recuerdo bien porqué! Un recuerdo se llena en mi mente, como si quisiera ayudarme. ¿La salvación o la perdición de mi alma? Decido arriesgarme… Lo observo como si participara en él…

¡Me veo! En aquél entonces tenía cuatro años y había sido hechizado por el sonido del violín. Mis padres, antes de morir, me habían comprado uno y estaba aprendiendo mis primeras lecciones. Cuando mi maestra me oye tocarlo, se levanta del asiento y se arrodilla para acariciarme la mejilla preguntándome:
--¿Por qué tocas el violín, Angello?
--Porque quiero que mis padres oigan desde el cielo los sentimientos que yo aprecié cuando lo oí por primera vez… -era y seguirá siendo una respuesta infantil, pero la maestra sonrió complacida. ¡Ahora puedo entenderlo! ¡16 años sin comprenderlo es una vergüenza! Me sigue acariciando con su palma y sonríe más.

--Así que por eso tocas el violín… es muy buena tu contestación, Angello… pero debes tocar el violín no sólo para tus padres, sino para todos… y esos sentimientos –pasa su mano hasta llegar a mi pecho. –deben salir de aquí. ¿Recuerdas a Orfeo, Angello?
--Sí, usted me contó que era un hombre bueno, maestra… -respondí aquella vez. La maestra asiente y me dice:
--Pues él podía convencer a todo el mundo para que hiciera lo que dijera por medio de la música. Incluso convenció a Hades de llevarse a su novia al mundo terrenal… ésa es la facultad que tiene la música… así que, -se levanta y aplaude. Me quedo mirándola fijamente y atento. -¡Tú puedes ser el nuevo Orfeo capaz de convencer al propio demonio para hacer lo que tú quieras, Angello!

El recuerdo se desvanece al igual que la luz, dejando el recinto en penumbras. Siento que el Angello Di La Morte se acerca, pero yo, creando con mi mente un violín, lo tomo y comienzo a tocar una melodía suave y tranquila que apacigua todos los miedos y lo hace desaparecer a través de las llamas del infierno. ¡Eso es! ¡Acabo de encontrar la salvación de mi alma! Abro los ojos de nueva cuenta y veo que Luzbel, no Aphrodite, sino el mismo ángel caído está delante de mí con sus alas negras y un rostro angelical similar al de un Dios mirándome enfurecido por lo anterior.

--¿Qué ha pasado con mi sirviente, asqueroso humano? Te dije que no podrás salvarte por más esfuerzos que hagas… -me dice levantando su mano con una guadaña en alto. Sonrío. Comienzo a buscar a Aphrodite con la mirada… ¿Dónde, dónde está? Ahí… tocando en un violín “Il Trino del Diabolo” con los ojos cerrados, como si estuviese en trance. Me dirijo hacia allá y lo sacudo. Abre los ojos lentamente y se detiene. Su mirada sigue pura cuando lo conocí. Lo abrazo mientras Luzbel vocifera:
--¿Qué haces, malnacido? ¿Qué planeas hacer con mi elegido?

Tomo la barbilla de Aphrodite, le doy un suave beso transmitiendo todos mis sentimientos hacia él, con el que sonríe feliz y le susurro al oído:
--Escúchame bien, Aphrodite. Ésta es mi última lección para enseñarte. Eres un chico con gran talento que ni el mismo diablo te puede quitar. Lo único que necesitas es convencerte a ti mismo de que puedes transmitir tus sentimientos a los demás por medio de la música… -me volteo y veo que Luzbel camina hacia mí con paso presuroso totalmente desquiciado. Con el corazón en un hilo, le grito. -¡Vamos, Aphrodite! ¡Ahora te toca enseñarme lo que sientes!

Cuando ya está a un paso de mí, Aphrodite se posiciona el violín y comienza a tocar una melodía distinta a la que oía anteriormente. Sonrío cansado y Luzbel me toma del cuello para apretarme con fuerza. Siento que no puedo respirar y que el demonio se va haciendo más pequeño y sigue con menos fuerza.
--¿Qué has hecho, maldito? ¿Por qué me has quitado la fuerza?
--Yo no lo hice. Fue Aphrodite. Ha comprendido que la música es una expresión del ser humano tan poderosa que ni tú ni nadie puede parar…
--Tal vez pudiste salvarlo a él, pero tú te irás conmigo al infierno…

No siento mi cuerpo. Cada vez más, siento que me mareo y me desvanezco a los brazos de Luzbel, ¿Será éste mi final? Lo único que puedo distinguir es una luz que absorbe la oscuridad… y a Aphrodite tocando con más fuerza… le sonrío antes de caer en los abismos de mi subconsciente…

Como pude olvidar, como puedo volver y tocar…

--Profesor, ¿En qué está pensando?
--En nada importante… tu música me relajó bastante, Shun…

En el aula de los principiantes escuchaba a uno de sus alumnos nipones tocar el violín. Los demás, estaban expectantes de su opinión. Antes de hablar, miró a la ventana del aula para disfrutar de la vista del mar. Sonrió y se volvió a la clase:
--Aún te falta técnica, pero has hecho un buen esfuerzo, Shun… -miró a los demás y sonrió amable, como alguien se ha había mostrado anteriormente. -¿Quién sigue?
--Yo, profesor. –un chico de cabellos rubios se levantó y se colocó el violín en el hombro izquierdo para tocar con el arco una melodía conocida. La clase lo escuchaba atentamente y cerraban sus ojos. Pero un intruso los interrumpió. Había abierto la puerta de la sala insonora bruscamente y el sonido del violín se detuvo. El profesor sonrió al ver que se trataba de Shura, su colega, recargado en el dintel de la puerta.

--Disculpa la interrupción. Alguien ha regresado de su gira artística y quiere verte otra vez…
--¿Dónde está? –preguntó esperanzado el profesor. Shura suspiró y le informó:
--En el auditorio del Conservatorio. Quiere darte una sorpresa…
--Bien, chicos, -dio una palmada dirigiéndose a sus nuevos alumnos. –la clase ha terminado. Pueden retirarse. Continuaremos con las evaluaciones en la próxima clase…

Sin esperar a que los alumnos salieran del aula, corrió afuera con dirección del auditorio. El corazón latía rápidamente al saber de que su amor había llegado para visitarlo. Cuando se detuvo frente a las puertas de cristal, las abrió y caminó por los pasillos cruzando la cortina negra de terciopelo y se sentó en las butacas del frente. Esperó a que apareciera y… el músico entró al escenario.

El profesor empezó a aplaudir y en cuanto separó sus palmas, el músico empezó a tocar uno de los caprichos de Paganini, para ser exactos el capricho #5. Sus dedos se movían delicadamente sobre las cuerdas presionándolas y deslizando el arco con suma habilidad. Cerró los ojos disfrutando del concierto privado que aquel personaje le daba. Una vez que terminó el capricho, continuó con el #16, más intenso que el anterior y más rápido…

Cuando hubo finalizado, el sonido que escuchó fue el las palmas chocar emocionados. El músico se inclinó para recibir el aplauso de su único público: el amor de su vida. Saltó del escenario y el profesor se quedó sentado esperando a que se aproximara hacia él. Con una sonrisa de felicidad en el rostro le expresó:
--¿Naciste con Aracnodactilia o es tu virtuosismo el que te hace sobresalir… Angello?
--Ninguna de las dos, Aphrodite. Sólo son mis sentimientos hacia ti…

Aphrodite se levantó de la butaca y abrazó a Angello, quien no había soltado su negro violín. Los dos unieron sus labios expresando al máximo sus sentimientos por ese medio. Cuando se separaron, Angello le apretó con fuerza sus blancas manos y las besó.

--Te fui a buscar a Suiza, pero el director me dijo que habías aceptado el puesto de profesor aquí, en Sicilia. ¿Por qué no me dijiste que ibas a estar aquí, Aphrodite? –preguntó el italiano mirándolo fijamente. Aphrodite se ruborizó y desvió la mirada a otro lado.
--Porque sabía que si te enterabas, volverías a estar a mi lado y yo quería que triunfaras como lo que eres, un gran concertista, Angello. –el italiano le tocó la barbilla y lo hizo mirarlo a los ojos, pero esta vez, su rostro denotaba preocupación.
--¿Sucede algo… como la otra vez? –tenía miedo de que todo volviera a la realidad, pero la sonrisa de Aphrodite lo tranquilizó. Éste lo miró a los ojos y negó con la cabeza.
--No, Angello. –señaló su cabeza. –Ya todo está bajo control, pero… quiero pedirte un favor…
--Haré lo que sea, Aphrodite. Sólo pídelo y yo te lo concederé.
--Quiero deshacerme del violín del Diablo… para que ningún humano vuelva a sufrir lo que yo.

Angello abrazó a su ángel y recordó que, cuando lo había conocido, estaba solo e indefenso. En ese momento, lo estrechó con más fuerza y comprendió que necesitaría una vez más de su ayuda. Le susurró al oído tiernamente antes de darle un beso en la frente:
--Claro que sí, Aphrodite…

Epílogo.

La casa de sus padres y ahora suya. Un lugar cálido y refrescante por el clima de su isla: Sicilia. Esa noche, las olas se oían por las abiertas ventanas de la casa estando sólo alumbrada por el fuego de una chimenea. Y enfrente del fuego, se hallaban los dos amantes. Uno de ellos, sosteniendo el violín caoba, color del infierno y a su lado el otro con las partituras en mano. Ambos echaron al fuego los objetos y acercaron dos sillas para verlos arder entre las llamas.

--¿Crees que él vuelva? –comentó Aphrodite viendo cómo el violín se consumía ennegrecido por el fuego. Angello se quedó pensando largo rato, hasta que las hojas de la partitura quedaron en cenizas:
--Puede que vuelva, pero por otros medios. Se intentará aprovechar del miedo del hombre, eso ni dudarlo, pero espero que nunca más en la música…

Unos toquidos se oyeron en la puerta y Angello se levantó del asiento para ver de quién se trataba. Cuando giró el picaporte y jaló la puerta, pudo notar que Shura, con su inseparable guitarra, estaba plantado en la puerta y se rascaba la cabeza. Angello sonrió y lo abrazó fuertemente.

--Oye, ¿Dónde te habías metido, Angello? Unos tipos, a los que conoces bien, te estaban buscando por todo el mundo. –le informó Shura cerrando la puerta. Unos segundo más tarde, volvieron a tocar, haciendo Shura a Angello abrir… ¡Y el rostro de felicidad se iluminó! En la entrada, se encontraban sus antiguos alumnos de Zurich…

--¡Sorpresa! –exclamaron todos, felices de ver al maestro que les había enseñado tanto y cargando sus instrumentos.

Aphrodite se asomó al recibidor y descubrió que sus ex compañeros venían de visita. Se encendieron las luces de la sala. Entre abrazos y recibimientos, todos pasaron a la sala para platicar y pasar una velada agradable. Aphrodite fue por el champagne y cuando regresó, vio que el violín se había reducido a cenizas, pero que todavía ardía el fuego. Sonrió alegre dejándose llevar por el ambiente y dejando las botellas en la mesa, tomó asiento junto a Angello para escuchar la conversación:
--… Y entonces le dije, “No. No puedo aceptar eso. El arte es mi vida, ¡Al demonio la carrera de leyes”. ¿Qué le parece, profesor? –preguntó Milo a Angello. Todos se botaron de la risa por los gestos que hacía su amigo. Angello sonrió cerrando los ojos y respondió con otra pregunta:
--¿El arte es tu vida, Milo? ¿Estás seguro de querer alcanzar el éxito?
--Sí, profesor. Y lo he conocido de verdad, ¿Se acuerda de Camus, verdad? –contestó Milo abrazando a un chico de su misma edad. Angello asintió, al igual que Aphrodite, quien entrelazaba su mano con la del italiano. Milo continuó. –Pues es mi novio. Nos casaremos el próximo verano en París. –la ovación de todos resonó entre aplausos y chiflidos por parte de Aldebarán. Aphrodite preguntó:
--¿Y cómo les ha ido a ustedes, muchachos?
--A mí muy bien. Regresé a Grecia para ver a mis padres y darles la noticia, pero, sobre todo, para trabajar en algunos proyectos con Vangelis…
--Vangelis… ¿Quién es ese sujeto, Milo? –preguntaron todos y Milo, con su humor de siempre, contestó:
--Es un compatriota mío que hace música New Age…
--Por mi parte, -todas las miradas se dirigieron hacia Camus. –Estuve dando conciertos en Polonia y París. Trabajé en la sinfónica de París hasta que Milo me pidió matrimonio, ¿Y qué ha sido de ti, Aphrodite?
--Wow, -alcanzó a decir Aphrodite. –Como todos ya saben, estoy dando clases en el conservatorio de Sicilia para principiantes como yo.
--¿Y tú, Shaka? ¿Qué ocurrió con tu búsqueda de la perfección? ¿La lograste? –inquirió Angello al hindú. Éste, con los ojos cerrados, sonrió y abrió sus párpados, haciendo descubrir al italiano que poseía unos zafiros como mirada. Sacó su cítara y comenzó a tocar inundando toda la habitación de sonidos metálicos. Cuando terminó, abrió sus ojos y dijo:
--Ya tenía el nivel que quería, profesor. Sólo hacía falta que alguien me dijera que soy bueno y ése fue usted.
--Por favor, chicos. Dejen de llamarme profesor. –sugirió Angello abochornado por el halago. –Vamos a hacer una cosa: cada uno de ustedes va a tocar su instrumento y me dirá cómo les ha ido, ¿Correcto? Como Milo, Camus y Aphrodite ya lo hicieron, tocarán solamente, ¿Están de acuerdo? ­–todos asintieron y Milo comenzó a tocar una melodía suave, contrastada con el carácter de todo buen Escorpio. En cuanto terminó, todos aplaudieron emocionados y Camus preguntó tronándose los dedos:
--Dime, Angello, como te puedes imaginar, no traje mi piano, -todos rieron. -¿Tienes alguno en tu casa?
--Está detrás de ti. Queremos oírte. –le contestó Aphrodite señalando el piano de cola atrás de Camus. Todos se dirigieron alrededor del piano y Camus se sentó en el banquito para comenzar a tocar “El vals del minuto” de Friedrich Chopin. Al terminar de tocar, todos aplaudieron.

--Este vals fue inspirado en una ocasión en que Chopin vio a un perrito saltar y jugar. Es también conocido como “El vals del perrito”, pero es el Opus 64 “Waltz Minute” en alemán, claro está. –comentó Camus a su público.

Llegó el turno de Aphrodite, quien se colocó el violín de Angello en el hombro y comenzó a tocar el “Capricho #24” de Paganini con tal precisión que todos se quedaron con la boca abierta de la agilidad de sus dedos. Cuando terminó, en medio de aplausos, Aioria le comentó:
--¿Hiciste un pacto con el Diablo? Porque suena estupendo. –Aphrodite se quedó unos instantes cavilando y volteó a ver a Angello. Con una sonrisa en el rostro le contestó:
--Estuve a punto, pero los verdaderos sentimientos me salvaron de caer en el precipicio. Continuemos, ¿Quién quiere tocar?
--Yo, amigo. Tocaré para ustedes “Asturias”. –señaló Shura. Aioria se quedó pasmado. ¡Alguien más en el mundo podía tocar esa pieza! Se sentó en la sala y afinó su guitarra. Sus dedos pellizcaban, literalmente las cuerdas para hacerla cantar con una melodía de su tierra natal. Cuando terminó, los aplausos del público no se hicieron esperar y se presentó:
--Soy Shura Suárez De La Peña, de origen español. Llevo la sangre gitana en mi corazón y la pasión en mi música. Doy clases en el Conservatorio de Sicilia. Un enorme gusto en conocerlos… ¡Hala, hala! ¿Quién es el siguiente?
--Otro guitarrista, sólo que más joven. –exclamó Aioria haciendo que todos rieran y añadió. –Cómo ya nuestro colega me quitó la pieza que iba a ejecutar, con gusto les presentaré otro estilo de apreciar la música. –encendió su amplificador cuando ya había enchufado su guitarra eléctrica y se dispuso a tocar “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin. La cantó también, pero sin alcanzar los agudos de Robert Plant, el vocalista del grupo y, cuando terminó, todos emocionados aplaudieron y Aldebarán chifló por segunda ocasión. Aioria apagó el amplificador y se quitó la guitarra contando:
--Traje las dos guitarras para dar una sorpresa, pero en fin… cuando salí de la escuela, encontré un anuncio de que buscaban a un guitarrista solista para una banda de Metal. Ustedes saben que soy un adicto a esas aberraciones, - volvieron a reír. Shura lo miraba impresionado. –Pero, ¿Qué les digo? Es mi pasión ser famoso como Jimmy Page y hemos viajado tres veces por todo el mundo. Incluso fuimos teloneros de Helloween. Si quieren hacerme rico, compren mi disco. –nuevamente volvieron a reír y Shura le preguntó:
--¿Qué tipo de Metal tocas, Aioria?
--Power Metal, mi banda se llama “Sweet Morder”… pero, bueno, ¿Quién quiere romper mi ambiente rockero?
--Yo me atreveré. –dijo Shaina apoyando en sus piernas la lira. Abrazó con cuidado su instrumento y comenzó a tocar una melodía conocida en su natal Grecia. Milo se quedó muy impactado por la melodía. Le llevaba de la mano hacia la antigua civilización mediterránea. Cuando hubo acabado, todos aplaudieron más calmados. Shaina comentó:
--Como verán, soy griega de nacimiento. Esta melodía me la enseñó mi abuelo antes de morir. Bueno, ahora estoy presentando conciertos por Europa para preservar la tradición griega.
--Desde la última vez que te oí, has mejorado bastante. –opinó Aphrodite convencido. – ¿Quién sigue?
--Creo que a mí me toca preservar lo mío, ¿No lo creen? –dijo Marín acomodando su Shamizen y con la palita comenzó a producir sonidos metálicos. Todos, ya sentados y cerrando sus ojos, escuchaban la melodía en escala pentatónica. Pero, de pronto, Marín cambió la melodía hasta hacerse más alegre. Cuando terminó, abrazó a Aioria y le dio un beso tronado en los labios. Con una amplia sonrisa, les comentó:
--Aioria y yo tenemos 2 años de noviazgo. –todos aplaudieron por los novios. –y, bueno, mientras él está con su banda, yo me dedico, como Shaina a propagar la música de Japón por el mundo. La primera melodía que acabo de tocar, pertenece al folklore de mi país y la segunda pertenece a una canción tipo Dance llamada “I’m Your Little Butterfly”. Espero que hayan sido de su agrado.
--Excelente. Realmente me has dejado sorprendido, Marín. Siento tu emoción a través de las notas, ¡Enhorabuena por su futuro! –opinó Angello. A pesar de ser colegas, todavía los evaluaba, pero se convenció de que ya no se requería. Se habían convertido en grandes músicos. –Aldebarán, ¿Por qué no nos muestras tu talento?

El brasileño asintió con la cabeza. Había estado oyendo a sus colegas sentado con el contrabajo descansando en sus grandes piernas. Se levantó y guardó el arco para realizar una de sus técnicas favoritas: el “Pizzicato”. Comenzó a pellizcar las cuerdas creando una bella polka que todos sintieron ganas de bailar. Cuando terminó, todos le aplaudieron y él, tomándose de la nuca apenado, se inclinaba. Se volvió a sentar y comenzó a hablar:
--He estado dando clases magistrales a chicos que se quieren acercar a la música en Brasil. Actualmente, soy miembro de la Filarmónica de Río de Janeiro en mi natal país. Pero, Mu, ¿Tú qué vas a tocarnos en esta ocasión? –preguntó dirigiéndose al tibetano. Éste asintió con la cabeza y afinando su brillante chelo, les dijo:
--Van a decir que no me sé otra obra, pero es mi favorita… Preludio de la suite 1 para chelo…

 Colocó su arco en las cuerdas y comenzó a tocar deslizando su arco suavemente. Todos pensaban que no se podía producir un sonido más hermoso, pero Mu lo había logrado. Con los ojos puestos en el chelo, sus dedos se movían libres por las cuerdas y al ver su rostro, parecía que lo disfrutaba mucho. Cuando terminó, Aphrodite exclamó:
--¡Es como si estuviera escuchando a un ángel tocar! ¡Eres muy bueno, Mu!
--Gracias, Aphrodite. –respondió el pelilila. –Iba a irme, como tú, al violín, pero al escuchar el sonido del Violoncello, dije “Es suave. Quiero tocarlo” y heme aquí. –carraspeó un poco. –En lo que a mí respecta, me lancé como solista y viajé por todo el mundo, acompañando a los concertistas…
--¡Justo como Yo Yo Ma! Sólo que con ese tipo de nombre, ahora te bautizo como Mu Mu Wang… -Mu se echó a reír por lo raro que sonaba su nombre así, al igual que los demás por el comentario de Milo. Le respondió alegremente:
--¡Es cierto! Además, Yo Yo Ma es chino, casi como yo. Incluso, ya que mencionas su nombre, trabajamos juntos en diversas ocasiones y me dijo exactamente lo mismo, ¿Casualidad o destino? Sólo Buda sabe…
--Oye, Angello, ¿No vas a tocar para nosotros? –preguntó Shura sosteniendo su guitarra en las piernas.

El italiano asintió y Aphrodite le dio su violín y Angello lo tomó con una sonrisa en el rostro. Se lo colocó en el hombro izquierdo y suspiró para concentrarse, ¿Qué melodía podía comparársele a ese ambiente? Una vez que la encontró, la dedicó:
--Esta obra va para todos ustedes y en especial, a mi ser más amado en el mundo, el que me ha enseñado la verdadera felicidad para seguir obsequiando esperanzas por medio de la música… Aphrodite De Reynold… para ti… “Ave María” de Franz Schubert…

Empezó a tocar esa melodía, que en un inicio había sido compuesta para soprano. Se detuvo enfrente de su suizo y éste, comenzó a llorar de felicidad. Las notas reflejaban el amor que le tenía su Angello. Mu le pasó un pañuelo, pero Aphrodite sacó el que le había dado Angello cuando se encontraba enfermo, en aquella ocasión. La suave melodía, un canto al cielo, se elevaba hasta instalarse en sus almas. La paz había llegado para quedarse y hacer sus sueños realidad…

Cuando terminó de deslizar el arco, todos se levantaron de sus asientos y aplaudieron como nunca. Aphrodite se abalanzó a su italiano, quien lo recibió con un beso en los labios. Todos ovacionaron la relación mientras que Aioria abrazaba a Marín de la cintura y depositaba un beso en su frente y Milo tomaba las manos delicadas del francés para besarlas con delicadeza.

Un rato más tarde, Aphrodite se encontraba en la mesa con Angello y, de pronto, le tapó los ojos por detrás. Angello cuestionó curioso:
--¿Qué pasa, Aphrodite?
--¿Sabes qué día es hoy y por qué todos han venido? –respondió con una pregunta besando la sien del italiano y haciendo señas a los demás con la cabeza para poner el verdadero motivo de su visita. Al quitarle las manos de sus ojos azulinos, Angello descubrió un enorme pastel de chocolate con 23 velitas encima. Todos exclamaron al unísono:
--¡Buon Cumpleanno, Angello!
--Chicos, muchas gracias, ¿Cómo supieron que hoy era mi cumpleaños? –preguntó desconcertado. Todos señalaron a Aphrodite y éste se excusó:
--Bueno, sólo tuve que localizar a Milo y él hizo el resto. Todos tenían cosas que hacer y las dejaron para acompañarte hoy…
--¡Camus! –gritó Milo a su novio y éste, sentado delante del piano, tocó “Happy Birthday”. Después, Angello sirvió el champagne y el pastel, explicándoles a todos:
--Aquí en Italia se dice “Cient Ani” para brindar. Significa que cada uno de nosotros debe tener cien años de buena suerte… así que… -todos levantaron sus copas y exclamaron:
--¡Cient Ani…!

Después de haber disfrutado la velada, todos se fueron retirando hasta quedar Aphrodite y Angello, quienes se abrazaban frente a la chimenea. Habían puesto uno de los discos de Angello en el estéreo y que el “Ave María” de Schubert se oía.

--Angello… -interrumpió el silencio que habían creado entre los dos. Angello, apoyado en coronilla del suizo, emitió un sonido gutural. Aphrodite siguió. -¿Qué voy a hacer sin el violín del Diablo que me acompañaba?
--Pues… -caviló un momento el italiano hasta que se resolvió su duda. –Mandaremos a hacer uno especialmente para ti con el laudero que hizo el mío, Aphrodite…
--¿Y en dónde compraré las cuerdas? Porque si no lo sabías, al antiguo violín no se le rompían… -volvió a preguntar Aphrodite. Parecía que Angello tenía todos sus problemas solucionados. El italiano besó su cabeza y le respondió:
--Con Giaccomo, el vendedor de artículos musicales. Le conozco desde que era un niño…
--Está bien…

Aphrodite se separó del abrazo y condujo a Angello a su habitación para entregarse a su amor camuflajeados por la tenue luz de la Luna llena…

FINALE. (Fin)

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