lunes, 5 de septiembre de 2011

CAP. 5: EL TERCER CAMPUS Y EL FESTÍN DE LA OFICINA

CAP. 5: EL TERCER CAMPUS Y EL FESTÍN EN LA OFICINA.
*+*Aphrodite*+*

-¡Aphrodite, ya queremos irnos! ¡Se nos hará tarde para nuestras clases!- grita Kanon desde la ventilación del autobús, enfrente del portón principal de Las Doce Casas.

Pero no puedo dejar de escoger una mochila para las clases. Bueno, es que siempre los accesorios tiene que combinar con los zapatos, ¿No? Y obviamente, no quiero ni ir sin haber combinado mi vestuario. ¿Qué dirán los estudiantes si ven fachoso a uno de los doce elegidos, editor responsable del periódico universitario y modelo en la última pasarela de mi amigui? Por eso, siempre me tardo horas en estar listo. Para salir perfecto.

A fin de cuentas, elijo mejor una carpeta negra pensando en que no quiero cargar útiles el primer día de clases. Este color e recuerda a Masky, siendo él tan elegante y misterioso. Y pensar que ayer se comportó como todo un caballero en el restaurante de comida italiana más exclusivo de esta ciudad...

Veo el reloj en la sala y me doy cuenta que es súper tarde. Me miro por última vez en el espejo de la entrada y me sonrío coquetamente. Corro que vuelo al autobús teniendo cuidado de no arrugar mi camisa de blanca seda, ni manchar mis zapatos relucientes. Subo al bus y me apresuro a sentarme al lado de Masky. Me le acerco para besarlo mientras me susurra al oído:
-Hasta que por fin sales, Dite... no entiendo por qué te tardas...
-Amor, -le digo –es para verme adorable ante tus ojitos...
-Eres adorable con el simple hecho de respirar...

Me ruborizo al oír esas lindas palabras, cosa que parece encantarle. El autobús acelera dejando atrás nuestro hogar. Todos se empiezan a relajar. De pronto, Milo, que está delante de nosotros, se vuelve a nosotros y me dice en tono bastante burlón:
-Oye, Dite, ¿Qué tanto haces para tardarte todas las mañanas? Porque si Kanon no te llama, no saldrías de tu habitación...
-Créeme, bichito, que soy más madrugador que tú...
-Pero, al menos, yo si estoy listo para el desayuno y hago todas las obligaciones que me tocan...
-Soy un hombre ocupado, Mily, ¿Crees que ser editor, modelo y elegido es tarea fácil? Pues no...
-¡Campus de Ciencias Físico- Matemáticas! –anuncia el conductor deteniéndose. Milo ahora no puede abrir la boca, ¡Qué bueno!

Aioria, Shura y Aioros se van despidiendo de todos prometiendo ir a comer a las Doce Casas. Yo no puedo hacerme muchas ilusiones, porque tengo que supervisar el trabajo de mis subordinados. Parece que mi jefe me presenta a mi secretaria. Sólo espero que haga el trabajo como a mí me gusta. Además, siempre le mando un ejemplar a mi madre, quien es conocida como Dennis De Reynold, una gran escritora en mi país natal: Suiza.
Pero no quiero regresar a mis orígenes, no ahora. Mientras discutimos Milo y yo, Masky solo aprieta los dientes y nos dice:
-Déjense de tanta palabrería y compórtense, ¿Quieren?
-Tranquis, Death, Tranquis... –le intenta calmar Milo. Creo que no tiene idea del carácter que se carga Masky cuando se enoja. Pero, supongo que si conoce el de Camus... y le empieza a saltar una vena, ¡Ugh, qué horrible se ve!

-Milo, -le dice Camus serio –ya deja a Death Mask o algo malo te pasará...

Una risa estrepitosa sale de los labios de mi Masky, se le oye pausada cuando pronuncia con potente voz varonil:
-No te preocupes, Camus, de todos modos, terminaré por hacerle la autopsia algún día...

Milo, por inercia se vuelve a sentar bien en todo el camino y no pronuncia palabra alguna. Camus sonríe por lo bajo y yo me burlo en silencio. Masky solo me observa y voltea hacia la ventana. El conductor detiene el vehículo y exclama:
-¡Campus de las Ciencias Biológicas y de la Salud!

Con un profundo beso, me despido de Masky para después dejarlo partir. En esta ocasión, baja acompañado de Saga, Kanon y Alde, el buen Alde. Milo se sienta junto a mí y comienza a picar mi mejilla con su dedo una y otra vez. ¡Qué fastidioso es Milo cuando está emocionado! Ahora pone su mugrosa mochila entre los dos. Yo no sé cómo puede ir a la facultad así tan fachoso. ¡Debería darle vergüenza!

Prontamente, el chofer anuncia el tercer campus. Antes de bajar, me coloco mis lentes de Sol Gucci y desciendo las escaleras con elegancia. Milo baja de un salto ocasionando que me empuje hacia delante. Me vuelvo contra él diciéndole:
-¡No caigas así, Milo! ¿Qué no ves que te ves mal y de paso arrugas mi camisa?
-¡Pero mira qué delicadito me saliste! –me contesta con sorna. Ya rojo del coraje, le contesto:
-Pues compórtate...

Me retiro de él caminando tranquilamente cuando oigo mi nombre en cierto tono afrancesado. Volteo haciendo volar mis perfectos rizos y veo al dueño de esa voz. Sonrío y camino hacia mi amigui:
-Nunca pensé en encontrarte aquí, ¿Acaso vienes a una pasarela? –le pregunto una vez que ya estoy cerca de él. Muestra su perlada sonrisa y me contesta:
-En realidad, las pasarelas las haces tú, Dite...
-Gracias por el cumplido... Misty... –le respondo al saludarlo.

Viene acompañado, lo que es raro en él, por dos jovencitas de aproximadamente dieciocho años. Puede que sean modelos porque están demasiado delgadas. Las saludo de beso y Misty me toma de la mano y me hace dar la vuelta mientras silba:
-Valla, ¿Qué tenemos aquí, lindura? Uhm... pantalones de vestir Ferrioni, cinturón Calvin Klein, camisa de Armani, zapatos de Michael Domitt y hueles a Hugo Boss de la colección Red Deep... eres toda una estrella de la moda, Dite...
-Me sorprende tu alto conocimiento en ropa, Misty... –le sonrío enrojeciendo un poco.

Miro mi reloj y veo que apenas me da tiempo para entrar a mis clases. Las dos chicas me observan detenidamente y una de ellas me sonríe con demasiada coquetería. ¡Oh, cielos! Es una pena que esté comprometido con Jean Carlo Andreotti, uno de los médicos forenses más importantes de Italia y el hijo de un ex ministro que, desafortunadamente, no tiene tan buena reputación como esperaba... pero a mi Death Mask no lo cambio por nadie, bueno, sólo por mi amigui Misty...

-¿Quién te dio ese reloj Gucci? –me pregunta la otra chica. Yo, totalmente orgulloso le respondo:
-Me lo regaló mi amor ayer, mientras cenábamos...
-¿Y se puede saber quién es? –cuestiona la coqueta chica. Lamento desilusionarla, pero tiene que entender que tengo novio:
-Mi lindo Death Mask... es el amor de mi vida...
-Pues Masky tiene excelente gusto... –comenta con naturalidad Misty. Como esperaba, las chicas se quedan con la boca abierta y me miran raro. Creo que no les gustó el que haya revelado mi pequeño secreto de relaciones, pero eso no me importa... ahora:
-Si me disculpan, tengo que ir a clases. Te veré mañana, Misty... –le digo subiendo los descansos de la facultad y me respondió extrañado:
-¿Por qué mañana, Dite?
-Me choca seguir instrucciones de mi jefe, pero hoy me presentan a mi nueva secretaria y tengo que estar ahí... en verdad lo siento, Misty, pero no te sientas ofendido, porque ni siquiera podré ver a Masky... –le contesto haciendo pucheros y él con su expresión de resignación asiente.
-Está bien, te veré mañana... au revoir... –me besa en las dos mejillas y se retira. Yo me dirijo al salón donde se supone que Milo me está apartando un lugar...
***
*+*Death Mask*+*

¡Uff! Por fin terminó el primer día de clases y podré alcanzar a Dite en su trabajo: la Editorial de la Universidad. Así que llamé a las Doce Casas y pedí que me trajeran mi Ferrari modelo 2007 a la Facultad. Pasaría por un restaurante de comida italiana y pediría Lasagne para llevar. Compraría una botella de vino blanco y los dos beberíamos y haríamos el amor en su oficina privada. Pero no todo se cumplió como lo planeaba. Al llegar a la Editorial en mi Ferrari, con dos copas y el vino blanco me atendió su nueva secretaria, una muchacha de rubios cabellos y gris mirar:
-Soy la nueva secretaria y colaboradora de la editorial, mi nombre es Katya Nicolaievna Poliakoff, ¿Tiene una cita con el señor De Reynold? –me preguntó. Creo que era del norte porque su voz sonaba fuerte, parecida a la de los alemanes; lo sabía porque mi padre había invitado algunos amigos suyos de aquellos países. Le sonreí y contesté:
-No, pero, de todos modos, me gustaría que le avisara que estoy aquí...
-¿Su nombre, señor?
-Jean Carlo Andreotti, signorina...
-En seguida le aviso...

La chica desapareció tras la oficina. Me senté a esperar a que saliera y, de pronto, un grito de ira me hizo levantar del asiento:
-¡¿Y se puede saber por qué lo haces esperar en tu escritorio?! ¿Cuántas veces te he dicho qué a él lo trates con amabilidad? ¿Eh?
-Lo siento, señor, no volverá a suceder...
-¿Y qué haces ahí parada? ¡Te dije que lo hicieras pasar!
-S-sí...

La chica salía de la oficina con la vista baja y me indicó:
-El señor De Reynold lo espera, doctor Andreotti...
-Grazie, signorina...

Tomé la bolsa de papel y pasé con algo de indiferencia. No podía tranquilizarla porque mi orgullo no me lo permitía. Muchas veces mi padre hacía así a la gente porque no le gustaba su trabajo. Por eso, no me interesaba que pasara con su existencia. Llegué a la puerta y pasé a la oficina que me traía gratos recuerdos. Los ventanales me deslumbraron y, sentado en un sillón negro, estaba Aphrodite. Alzó la mirada y se levantó a abrazarme y besarme. Después cerró la puerta mientras yo ponía en el escritorio el vino, la comida y las copas. Se volvió y me besó:
-¡Qué lindo detalle, amor!
-Lo hice porque no ibas a estar en las Doce Casas y no puedo soportar a Milo comiendo con la boca abierta... mejor se me ocurrió darte una sorpresa con Lasagne y después... tú sabes...
-¿Y qué se supone que debo saber? –me preguntó con ese acento tan infantil que me vuelve loco. Lo cargué hasta su escritorio y lo senté mientras besaba su blancuzco cuello:
-Hacerte mío en esta oficina... otra vez, pero –me detuve y besé sus labios –por desgracia, tienes una secretaria que podría descubrirnos y eso no me gustaría...
-A mí tampoco me agrada ella. Es una completa inútil... –me decía mordiendo mis bordes –sin embargo, yo soy el jefe y decido lo que me conviene...

Se volteó y tomó el teléfono. Marcó un número y me miró con esos ojos maliciosos y cautivadores que poseía. En un tono autoritario habló:
-Poliakoff, ya no soporto tu presencia en esta oficina. Vuelve mañana y luego hablaremos de las publicaciones... Listo, Masky, -devolvió el auricular al aparato y se apoyó en sus manos para hacerse hacia atrás –ahora soy todo tuyo...
-Bien hecho, Dite, ¿A qué quieres jugar? –le proponía relamiéndome los labios sensualmente. Ladeó su cabeza e ideaba:
-No sé... tengo tantas opciones de jugar... tu decide...
-¡Ya sé! Al Jefe, tú eres el jefe y yo tu secretario, ¿Qué te parece, amor?
-Eres tan erótico, pero así me gustas…

Me quité el estorboso saco y la negra corbata, mientras él se sentaba en su sillón. Cada vez más me parecía que era inalcanzable y sensual. Al lado de él tenía un micro componente. Saqué un disco del portafolios que cargaba y lo puse en el aparato. Por curiosidad, Dite me preguntó:
-¿Qué artista es, Masky?
-¿No lo adivinas? … Tristania: Beyond the Veil…
-Oh, me lo imaginé de ti, eres tan sádico, Masky…
-Y tú tan masoquista… siempre te gusta cómo te trato…

Dite sonrió en complicidad. Se levantó para atraerme hacia él e hizo que me recargara en la pared. Me perdí en ese pozo de fogosidad correspondiendo con caricias atrevidas en la parte baja de su espalda. La música me inspiraba para acercar su cuerpo contra el mío. Pronto, en un murmullo me ordenó:
-Como jefe de esta oficina, te ordeno cumplir tus fantasías más recónditas…

Esbocé una sonrisa maliciosa. Era una excelente orden y no me iba a oponer en cumplirla. Lo separé de mí y serví el vino en una copa. Metí un dedo en ella y extraje una gota que dejé caer en el cuello de Dite. Después, lamí la gota y bebí un sorbo a la copa para luego darle a catar la copa. Pero en vez de eso, tomó la botella y la empinó hacia atrás dejando resbalar por su mentón gruesas gotas que lamí provocativamente. Dite era mal bebedor porque a la primera copa, ya estaba ebrio. Me encantaba que se pusiera así y él lo sabía.

Dejó bruscamente la botella y me jaló de la camisa volviéndome a besar y morder, pero alguien nos interrumpió, voces y risas de unas chicas:
-¿Te diste cuenta, Katya? Sabía que era un perdedor, ja, ja, ja…
-Y qué decirlo, linda… por cierto, debemos irnos o mi jefe me regañará…
-Vamos, no puede ser tan gruñón, se supone que es modelo… debe saber que si se enoja, le saldrán arrugas a los treinta…
-Ja, ja, ja, ja…

¡Eso era el colmo! Mi Dite sacaba humo por los oídos y se ponía rojo de la ira. Salió de la oficina y yo detrás de él. Enseguida nos topamos con la secretaria y otra chica de rasgos parecidos a los de Milo, creo que era griega. Se levantaron de sus respectivos asientos. Katya bajó la vista y la otra chica se maravilló por conocer al jefe de su amiga.

-¡¿Qué se supone que haces aquí, Poliakoff?! –preguntó casi gritando Aphrodite.
-Me estaba esperando para comer… –respondió su amiga y prosiguió a pesar del tic en el ojo que se le formaba a Dite –y no es Poliakoff, ¿Si? Se llama Katya, y haz el favor de llamarla por su nombre…
-¡¿Y quién se supone que eres tú, mocosa?! –le espetó Dite.
-Soy Psique Tsaos, dueña de algunas importantes joyerías en mi país, Grecia y estudio Relaciones Internacionales… Así que, cuida tus palabras porque no soy cualquier “mocosa”…
-¡Ya basta! –Dije y todos voltearon a verme –No me interesa quien seas y qué estaban haciendo, pero les suplico que no le falten el respeto a Aphrodite o se las verán conmigo, ¿Está claro?
-¿Y tú quién se supone que eres? ¿Un mafioso? ¿O su guardaespaldas? –Me miró de reojo Psique –Tal vez sea su gigoló…
-Psique, basta… –le susurró dándole un codazo a su amiga. Dio un paso adelante y nos dijo –lo siento, señor De Reynold, señor Andreotti. Mi amiga no quería faltarles el respeto y lamento tanto haber desobedecido sus órdenes, pero ella iba a pasar por mí y esperaríamos a otra amiga, pero, descuide, no volverá a ocurrir…
-Sí, sí, si… ya es suficiente, KATYA, pero me molesta que seas tan idiota… ya vete y que no se vuelva a repetir… –dictaminó Dite volviendo a la oficina, pero se detuvo al oír entrar a otra amiga.

Se dio la vuelta y cruzó los brazos al ver a la chica que acababa de llegar. Su atuendo consistía en un kimono azul, una especie de cinturón y sandalias; llevaba el cabello recogido con dos prolijas, pero un ojo era tapado por su largo fleco.

-Lo siento, pero su facultad queda algo lejos de la mía… bueno, ¿Nos vamos? …Ah, hola –me saludó extendiendo su mano –soy Midori Haninozuka de Urbanismo, ¿Eres amigo de las chicas?
-No, pero… –comencé a decir, pero se dirigió a las demás.
-Vamos, chicas, tengo que presentarles a mi mejor amigo… Mu Wang…

Fue entonces que Aphrodite abrió los ojos mientras ellas se retiraban. Me acerqué para revisar si estaba bien. Se llevó una mano a la boca y la apartó diciendo:
-Esa niña es amiga de Mu… entonces es la chica que visitó a Mu ayer en las Doce Casas, ¿Lo recuerdas?
-Sí… –respondí sorprendido.
-Valla, ¡Qué pequeño es el mundo!
-Bastante, amore
-¿Sabes? Estoy algo cansado y mareado, ¿Puedes llevarme a mi habitación a terminar lo que empezamos?
-No me negaría a nada… además tú eres el jefe, ¿No?
-Claro…

Tomé la botella casi vacía con la fría Lasagne y lo ayudé a bajar las escaleras y a subirlo al auto. Cuando llegamos a las Doce Casas, quedó profundamente dormido. Lo cargué a su habitación y lo acosté en su blanda cama. Parecía un ángel al verlo vestido de esa forma y durmiendo. Le quité los zapatos tan boleados y su camisa de seda. Como había dicho, Dite era un mal bebedor y esperaba que al día siguiente no sufriera resaca. Me recosté a su lado para vigilar su sueño y atenderlo, pero no se movió en toda la noche…

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